Separando la paja del heno, una noche, en la que iba dando vueltas que eran tumbos, me encontré una aguja.
No, no una aguja, no; porque los agujas pinchan y hacen daño. Lo que yo encontré, y entré con gusto al trapo suyo -para dejarme seducir- es un cono de dulce de leche.
No, tampoco es un cono de dulce de leche, porque, si bien es igual de dulce, no se acaba en dos bocados. Me produce, eso sí, el mismo placer de la plenitud en la boca, al quebrar la cubierta de chocolate y morder lo que en mi infancia me parecía el milagro de una montaña en la palma de mi mano.
Es raro de encontrar como una aguja en un pajar y dulce como un cono de dulce de leche. Es mejor que esas dos cosas. Todavía no tiene nombre.
Es la primavera. Es el azul manchego del cielo de Madrid. Es ser y estar y no moverse. Es cambiar y ser y estar donde se quiere. Donde el corazón te lleve. Donde el corazón me lleve.
1 comentario:
Deberías patentar ese "Azul manchego". Qué bonito. Qué vivo estás.
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