Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


lunes, 23 de marzo de 2009

Sillones

Eva Duarte, Evita, es un personaje fundamental entre los mesías derrotados de los argentinos. Ella es el Espíritu Santo -o la Virgen-, con Gardel como el Padre y Diego como el Hijo.

Por eso, es más importante el mito que la persona. Una buena manera de empezar a entenderlo es con el (apasionante) libro "Santa Evita", que cuenta la historia del cadáver de Eva, cuyo poder y mística supera la fuerza de la persona viva. Esto no quita que, escuchando grabaciones -esta, a partir del minuto 1.17- o viendo filmaciones de la época -esta, de su último discurso, seis meses antes de morir-, es posible darse cuenta de la fuerza de Eva, de su control de la masa, y al mismo tiempo, de su parentesco directo con esos caudillos latinoamericanos tan decimonónicos y tan actuales.

Durante mi infancia en Buenos Aires, Evita era parte del decorado, como lo es para cualquier argentino. Siempre presente, para bien o para mal, para adorarla u odiarla. Lo que se piense de ella dice mucho de la ideología, la clase social y las aspiraciones de la gente -incluso hoy, creo yo.

Sin embargo, no creo haber sido consciente de su existencia hasta que escuché cantar a Paloma San Basilio.

En algún momento de 1981, posiblemente hacia finales del verano, vinieron a visitarnos a Madrid, una de las tías de mi padre, Olga, y su marido, un vasco llamado José Luis. Dicho así, no parece que haya nada en especial, pero siguiendo la tradición de las dos ramas de mi familia, había un pequeño secreto: en realidad no estaban casados, porque José Luis tenía una mujer -y unos hijos- de los que vivía separado, pero como en Argentina no había ni separación, ni divorcio, que no fuera la nulidad eclesiástica, todos se hacían los locos y se hacía como si Olga y José Luis fueran canónicamente marido y mujer.

Dentro del programa de la visita de Olga y José Luis, mis padres los llevaron a ver "Evita", el musical con Paloma San Basilio y Patxi Andión. Rogué, pataleé, hice valer mis credenciales de niño bueno, pero no conseguí que me llevaran. Mis padres decidieron que no era algo para niños -tal vez, se me ocurre ahora, era demasiado caro o no les apetecía tenerme toda la noche colgado del brazo.

Creo recordar que mucho no les gustó. En especial, a Olga y José Luis, a quienes les pareció que se presentaban a Evita como una puta. No eran peronistas, más bien lo contrario, pero una cosa es denostar los mitos patrios y otra que lo hagan los de fuera. Todos somos muy celosos de nuestros amores e, incluso más, de nuestros odios.

Como premio de consolación por no haberme llevado, me trajeron la banda sonora original del musical, en un estuche con 2 casetes, que lamemtablemente extravié y perdí de vista en alguna mudanza, salvo que esté en el fondo de un armario en la casa de mi madre. Con el regalo, cometieron un error morrocotudo. A esas alturas, no entiendo cómo mis padres no contaron con mi facilidad engancharme a la música.

No sólo me pasaba el día con "Evita" puesto en mi radiocasete, no sólo me aprendí las letras de todas las canciones, sino que, además, obligaba a mis padres a escucharlas conmigo, para que me fueran explicando, una y otra vez, que me explicaran lo que se suponía que estaba pasando en el escenario. No sé si llegaron a arrepentirse de no haberme llevado.

Más adelante, Paloma San Basilio publicó "Juntos", con "La Hiedra" de cara B, que también estuve una época escuchando sin parar, pero eso es otra historia.

Volviendo a Evita. Hay dos frases que siempre me han fascinado. Una era coreada en las manifestaciones peronistas: "Perón, Evita, la Patria socialista". Yo siempre la he entendido como "Perón evita la patria socialista"; porque el peronismo era entonces un fascismo tardío, populista y con proclamas y un programa de "justicia social", para darle ese saborcillo revolucionario, común en los fascismos.

La otra frase es "volveré y seré millones". La frase no es de Eva, pero se le suele atribuir. De hecho, es del líder aymara Tupac Catarí, pero se le atribuye a ella, seguramente, porque así termina un poema penegírico dedicado a ella del poeta peronista José María Castiñeira de Dios -el culto a la personalidad, sobre todo de los muertos, es parte de cualquier fascismo ¿o no se hizo eso con José Antonio?

A mi me parece una frase fabulosa, rotunda, de un vencido que promete venganza y perfecta para un mesías derrotado, porque promete una segunda venida. A Gardel, lo derrotó un accidente de aviación. A Diego, el peso de su mito. A Eva, un cáncer de útero.

Como una parodia de la frase, en 1990, un grupo pop, Luis XV, publicó un disco titulado "Volveré y seré sillones", que es una frase que he utilizado desde entonces. Me sigue haciendo mucha gracia.

Es decir, todo esta vuelta es para demostrar que cumplo mi promesa: en la entrada anterior, prometí que volvería y que sería sillones. Se han terminado las vacaciones: compré un colutorio muy bueno y se acabó la halitosis.

1 comentario:

Maria dijo...

Me alegro de tenerte de vuelta. No te lo vas a creer pero acabo de enterarme de que Olga y Jose Luis no estaban casados... Aunque bueno, no es que importe mucho, es solo un chismorreo más para la colección familiar.
Respecto a las frases míticas me quedo con la segunda o su versión pop y aporto una de la época de la muerte de Evita, que claro no dijo ella, pero ayuda a definir su caracter, "muerta Evita se acabó Perón".