Me voy de viaje. Un viaje largo, que, en una forma u otra, llevo pensando desde hace mucho. Por eso resucito el blog, este diario.
Me voy 15 semanas al Pacífico. Empiezo este próximo jueves, el 4 de abril, y tengo planeado el regreso para el 17 de julio. El viaje es un paréntesis y un punto y aparte. Dejo atrás la vida que conocí en Londres, de donde me he ido ya, y me voy al otro lado del mundo a hacer surf, bucear, caminar, ver a un puñadito de amigos y, sin duda, conocer gente nueva. Desde pequeño, o así lo recuerdo, he querido ir a los Mares del Sur, que es lo más lejos que uno se puede ir en este mundo; casi la huida perfecta. Me voy solo, porque este viaje, además de físico, es emocional: es para estar conmigo, para volver a encontrarme conmigo solo, y sólo conmigo.
Antes de decidir hacer el viaje, antes de que cuatro de mis mejores amigos me hicieran entrar en razón, tenía la idea de pasarme los meses entre dejar Londres y empezar a trabajar, el 1º de agosto, en Madrid, instalándome y disfrutando de la ciudad que más me gusta. Hace dos semanas, pasé 4 días en Madrid que bien podrían ser un resumen de lo que hubiesen sido esos 4 meses de "instalación". Vi a unos cuantos amigos y conocí algunos nuevos, quedé con Javier, fui a un par de museos, bailé hasta el amanecer y caminé de vuelta a casa, en esas horas y con ese ánimo que hacen a la ciudad tan nítida, que es casi irreal, hice una excursión a la Sierra, descubrí nuevos territorios que pienso conquistar y continúe el asedio, paciente y galante, de un castillo cuyas almenas terminarán por rendirse. Fueron 4 días divertidos y ocupados, a los que sólo les faltaron una visita a Emilio y otra al gimnasio para ser el resumen perfecto de esos 4 meses que no pasaré en Madrid.
Mejor así, porque, como comprendí mientras se me ponía la piel de gallina en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia en mi primera mascletà, hubiesen sido 4 meses de aturdimiento, de irreflexión y jolgorio; 4 meses seguramente muy divertidos, pero que no son lo que necesito ahora. Para volver a Madrid, y volver a empezar -que es algo que me apetece mucho-, necesito replegarme, entender mejor los últimos meses y dejar que mis sentimientos fluyan. Necesito que el proceso sea de dentro hacia afuera. Claro que podría hacerlo o, al menos, podría intentarlo en Madrid. Sin embargo, no puedo desperdiciar la oportunidad de hacer realidad la fantasía de irme al otro lado del mundo y tener aún menos ataduras; y no, a pesar de todo, para escaparme, sino para reencontrarme y ser yo.
Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.
2 comentarios:
No se como lo haces para encontrar siempre la banda sonora adecuada.
Los mares del sur. Lo leo y lo que me viene a la memoria eres tu con doce años pegado a un libro. En parte así te veo ahora, como un niño en una historia de aventuras. Buen momento para cumplir un sueño y viajar al centro de uno mismo. Me gustará leer tus paisajes.
Un beso
Buena banda sonora.
Los mares del sur. Lo leo y te veo con doce años pegado a un libro. Así estas, en medio de la aventura. Buen momento para cumplir un sueño y hacer un viaje al centro de uno mismo. Me gustará leer tus paisajes. Besos
Publicar un comentario