Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


jueves, 18 de abril de 2013

Migrate

Hong Kong siguió en la misma tónica positiva. Claramente se ha transformado en una de mis ciudades favoritas del mundo y quiero volver, porque dos días no me dieron para nada, ni siquiera rasqué la superficie.
Yo también seguí en mi tónica y no hice demasiado. Una de las buenas cosas de hacer este viaje solo es que hago lo que quiero, cuando me apetece. Si quiere hacer una visita turística de las impepinables, como subir al Pico que domina Hong Kong, la hago y punto, y si prefiero echarme la siesta que ver un juego de luces en el puerto, puesto corro las cortinas y cierro los ojos. Evidentemente, después de 10 años, término haciendo muchas de las cosas que hubiera hecho si Michael estuviera conmigo: subí al Pico en el tranvía sólo para caminar a buen paso hacia el Parque Victoria, que reúne las virtudes de estar más alto que la parada del tranvía y que sólo se puede llegar a pie (bueno, también en coche). Las vistas desde el Parque son magníficas, según pide imaginar: me tocaron dos días de niebla, con poca visibilidad, los grandes edificios del centro financiero de Hong Kong y Kowloon se adivinaban más que veían. Aún así, es una vista magnífica.
Además de subir al Pico, me dediqué a vagabundear por las calles sin mucho rumbo (raro en mi), comer en un agujero con una estrella Michelin, en un restaurante macaense, en otro tailandés y otro cantonés (en este último era el único caucásico). Visité Kowloon, que es otra ciudad, mucho más asiática, separada de la que fue Ciudad Victoria -la ciudad colonial botánica- por más que los 5 minutos en ferry. Si yo fuera muy pedante, la compararía con alguna de las ciudades japonesas de provincias que conozco.
También salí un poco, que pocas cosas me gustan más que la calle por la noche, sobre todo si hace 20°. Mi hotel, por pura casualidad, resultó estar al lado de dos bares gays (lamentablemente, no caí en un fin de semana, y en una ciudad tan volcada al dinero como Hong Kong, sólo se sale por la noche el fin de semana). A uno de los bares, según comprendí, casi exclusivamente iban asiáticos, mientras que en el otro se mezclaban con los caucásicos (cierto que es una cuestión de "gusto", pero la segregación y la facilidad con que la gente dice que no le gustan los asiáticos o los caucásicos es -¿casi?- racista). Los bares estaban casi vacíos, pero eso no quiere decir que no hubiera nadie con quien charlar un rato. No os preocupéis, que no paso todo el tiempo conmigo mismo maravillado por el mundo y pensando en la vida.
He prometido fotos, y en Facebook he subido alguna. Mi idea era publicar aquí el vínculo a ellas, pero no he podido. No viajo con un ordenador, hago esto, sobre todo, con el teléfono. Habrá pocas fotos.
Publico esta entrada en Melbourne (llegué ayer, miércoles, a las 6 de la mañana). Me gusta, no es el amor a primera vista de Hong Kong, pero es una ciudad interesante y sofisticada. Aquí mi viaje cambia, no sólo porque me vaya a pasar 6 semanas en Australia, sino porque aquí y en Sidney tengo amigos y los días se llenan de otro modo.
La primera canción que me vino a la cabeza al llegar a Melbourne fue esta (sé que la mayoría la odia y no voy a justificarme, pero me parece que, cuando pienso sin pensar es cuando más doy en el clavo): http://www.dailymotion.com/video/x53vvf_mariah-carey-2008-ft-t-pain-migrate_music





No hay comentarios: