He sacado más de 100 fotos de las Islas Rocosas. Con suerte, en un par de ellas terminaré por captar una fracción de la maravilla que es el archipiélago. Sigo totalmente rendido a su belleza y no sé cómo describirlas con palabras. Es la versión tropical del archipiélago de Estocolmo, si las islas fueran de roca calcárea y todo lo demás, diferente.
Ahora que paso los días fuera del agua, hago propiamente turismo: hacia la Isla de Babeldaob, el norte, y lo que me queda del conglomerado de islas que forman Koror. La Gran Isla al norte es de origen volcánico y está muy poco poblada: una selva virgen -casi virgen- en su interior.
No soy de esos turistas que buscan lo auténtico, entendido como una mezcla de lo tradicional y la pobreza, pero me sorprende lo poco viable que es la cultura tradicional, autóctona, en lo que he visto de Palau -o, tal vez, son mis ojos, que sólo son capaces de ver los trazos familiares de Occidente y Japón.
Mi impresión de Palau ha mejorado, pero empiezo a tener ganas de seguir el viaje. Empiezo a estar ansioso de llegar a Manila y a Hong Kong. Echo en falta estar en una ciudad. Siento esa mezcla de ansiedad y excitación por llegar a un lugar nuevo, distinto, y hacerlo solo, con menos red.
Además, he de reconocer -reconocerme a mi mismo- que tiendo naturalmente a la organización y me gusta tener algún tipo de plan. No aspiro a más que a relajarme lo suficiente como para poder incumplirlo contento.
Hablando de "cultura autóctona", he coincidido en la isla, en mi hotel, en la tienda de buceo, con varios grupos de españoles. Yo soy de esa mitad a la que le gusta observar y, aunque no llego al extremo de hablarles en inglés, sino que les hago saber que soy compatriota -cuando es necesario-, me divierte verlos un poco de lejos, cuando hablan un poco a gritos, como para tomar posesión del lugar, pensando que nadie los entiende. Me divierte observar los lugares comunes, las frases hechas, las poses que conforman lo que un antropólogo podría llamar "el lubricante social", cuyo significado no es tanto la superficie, sino la indicación de pertenencia al grupo y los rituales de las relaciones sociales. Dicho esto, creo que, la próxima vez que oiga a alguno de ellos hacer un chiste sexual sobre la enésima "china" que se cruzan, voy a vomitar.
Esta semana en Palau, de toda la música que he escuchado, y de la que suena en mi cabeza, escojo este tema (de hecho, aún estaba en Europa cuando empecé a escucharla repetidamente): http://www.youtube.com/watch?v=OBKSjzqe5Bw
Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.
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