Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


martes, 27 de enero de 2009

Milk

Ayer, que era domingo e hizo un día gris, húmedo y lluvioso, fuimos al cine. Vimos "Milk", que entre el tema y las candidaturas a los Óscar, es casi obligatoria.



Me gustó, a pesar de que Gus Van Sant use los primeros 20 minutos para demostrar que es alternativo y "arty", con escenas mal hilvanadas, más sucesión de "cuadros vivos" que relato, con juegos de fotos fijas o estructuras sincopadas, durante las que, para compensar la falta de acción, los protagonistas explican lo que está pasando. Pasada esa especie de introducción, cuando empieza la carrera política de Harvey Milk, la película encuentra el ritmo y engancha.

Evidentemente, me sentí directamente involucrado en la historia del primer hombre abiertamente homosexual elegido para un cargo público en Estados Unidos, aunque me resultaron mucho más impactantes -mucho más directas y aterradoras- las imágenes de redadas policiales en bares de ambiente, que abren la película. Ha pasado mucho tiempo -algo así como los años que tengo- y, sobre todo, han pasado muchas cosas buenas, pero sigue habiendo lugares en el mundo donde esas redadas, las palizas y los asesinatos son el presente.

Hay en la película una referencia a España. Mencionan a Franco, pero no hablan ni de playas, ni de toros, ni de la Guerra Civil. Hablan de la primera manifestación del "Orgullo", en Barcelona, en el 77.

Las dos grandes victorias de la vida política de Harvey Milk fueron ser elegido concejal de San Francisco y haber sido uno de los líderes del movimiento contra la guarra de Anita Bryant. Lo que en la película no se cuenta es que esa señora fue el primer experimento de la "derecha cristiana", heraldo de la "revolución conservadora", que vino justo después y parece que -¡por fin!- se acaba (al menos, eso es lo que nos gusta repetir a Breckinridge y a mi). Eso sí, la película me hizo pensar que, si de verdad se está acabando, no deja de ser contradictorio, que la "proposition 8" fuera aprobada en noviembre pasado.

Además, siguiendo con nuestras obsesiones, del mismo modo que "Backbroke Mountain" nos trajo unos meses de "Stetson" y borreguitos, "Milk" nos reafirma en los 70. A mi me ha solucionado el dilema: me estoy dejando bigote. No sé si me convencerá el resultado y estoy seguro que no me quedará ni la mitad de bien que a James Franco, que es lo mejor de la película -desde todo punto de vista-, pero es este el momento de hacerlo: me priva ser un "early-adopter".

jueves, 22 de enero de 2009

Darth Vader y su mono

Suelo tener una actitud crítica, irónica y de cierta distancia ante las noticias políticas e internacionales, creo que, en parte, por mi profesión. Sin embargo, estos días participo en la esperanza y alegría de ver a Barack Obama como Presidente de Estados Unidos. Todo esto me hace recordar una conversación con mi madre, hace tiempo, sobre cómo se sintió con la toma de posesión de John Kennedy y con su asesinato.

No me gusta la comparación entre Obama y Kennedy. No por el asesinato, sino porque Kennedy, con todas sus promesas, fue el Presidente de Bahía de Cochinos y la escalada en Vietman. El Kennedy que prefiero recuperar es posterior y trágico en su ausencia: es su hermano Bobby, es Jackie O., es John John.

En estos días, comparto la alegría y la esperanza, y también comparto el alivio de ver marcharse a Darth Vader y su mono. En su última rueda del prensa, el mono dijo algo así como que la Historia lo juzgaría. La frase me hizo recordar a la usada por algún dictador latinoamericano al jurar el cargo de Presidente que ha usurpado. De hecho, recuerdo escucharle decir a Videla que, si no cumplía con las obligaciones del cargo, "Dios y la Nación me lo demanden". Es decir, no en unas elecciones, no unos jueces. A Videla, al final, lo juzgaron los jueces -no por todo, pero sí por parte de sus abusos.

Tal vez, el mono se libre de ser juzgado por su "casi-década ominosa". Seguramente, Darth Vader también. Pero, sin por ello dejar de concentrarnos en el futuro, no hay que olvidarlos. En Europa, se suele tratar al mono de idiota. Hubo una época que yo también, porque era una forma de explicar lo que pasaba y, al mismo tiempo, desahogarse. Pero he terminado por convencerme de que no es idiota -y Darth Vader menos. Todas las mentiras, los abusos y el caos fueron decididos y elegidos racionalmente: Porque no son idiotas, sino que son malos. La mueca risueña del mono no refleja pocas luces, sino que se está riendo de nosotros.

En el año 76, en vísperas del golpe de Estado, muchos argentinos decían que mejor que Isabelita sería incluso el diablo, que es quien llegó en marzo. No sé qué pasó en el 2000, no sé si los convocamos o simplemente fueron capaces de maniobrar hasta llegar al poder, pero nos dejan a todos, empezando a los ciudadanos que debían servir, peor de lo que estábamos.

Ahora, nos toca demostrar que podemos estar a la altura de las promesas y exigir a los que elegimos que también lo estén. Tenemos la esperanza. Tenemos la alegría. ¡Manos a la obra!


miércoles, 14 de enero de 2009

O Rio


Para la primera entrada del 2009, tenía pensadas dos opciones. Una, contaros cuál había sido, para mi, el disco del 2008 -porque me sigue gustando mucho el disco de Alphabeat-, pero decidí que era mejor dejarlo, ante la perspectiva de que mi amigo "el ex-presidente del gobierno" me torciera el gesto, por hacer una de esas entradas tan frívolas, que tan poco le gustan. La otra opción era empezar un relato, pero he decidio -es decir, necesito- esperar un par de semanas. Así que, al final, voy ha hacer algo tan pasado de moda como optar por una "tercera vía".

También es cierto que he pasado unas vacaciones de Fin de Año fantásticas, durante las que ni me he contectado a Internet, ni he leído los periódicos; sólo he escuchado una emisora de radio que mezclaba -estupendamente- Disco, Soul, R&B y Música Popular Brasileña, y sólo me he sentado en frente de la televisión para ver "Chicas Malas" -que es de visionado imprescindible, por cierto-. Además, aunque era la segunda vez que visitaba Río de Janeiro, ha sido ésta cuando he descubierto la ciudad y me he rendido a ella. La vez anterior, me la pasé bailando. Cierto es que iba predispuesto a ello, porque en el viaje de 2004 me lo había pasado como un enano y porque últimamente estoy muy sentimental. Este año celebraré unos de esos cumpleaños redondos y definitivos, y hace unos meses descubrí que fui concebido, por esta época del año, precisamente en Río -sé que, en el fondo, esto es una cursilería.

La razón principal por la que decidimos volver a Río era para volver a estar en Copacabana y disfrutar de la mejor fiesta de Fin de Año que conocemos. Este año, aún siendo estupenda, fue una fiesta algo más tranquila que en 2004. Para nuestra sorpresa, el tema principal era el amor. Llena estaba la playa de parejitas de todo tipo y color besándose, abrazándose, acariciándose. Será que en los tiempos turbulentos, necesitamos recogimiento y refugio.

Pasada la fiesta, queda la ciudad. Grande, caótica, dinámica, imperial y republicana. No voy a hacer una guía turística de Río, así que me limito a decir que la catedral de Río está ahora en mi lista de "mejores edificios" y que en Río hay librerías fabulosas, de las que casi ya no se encuentran en las grandes metrópolis desarrolladas.

Junto a la ciudad, está la playa. ¿O debería decirlo al revés? ¿O debería decir que la ciudad es la playa? No sé cómo era Río antes de 1960, cuando se trasladó la capital a Brasilia, pero intuyo que Río sobrevivió reinventándose sobre sus playas, cada una con su personalidad, pero todas abiertas, cálidas e igualitarias -hasta el grado que los michelines lo permitan. En la playa todos son cuerpos gloriosos, más allá de sus naturales diferencias. Cuando no hay playa, como en la foto de Ipanema que he puesto -de uno de esos días tormentosos de los veranos tropicales- la ciudad se repliega en si misma, descansa, e imagino, va al gimnasio. No tengo fotos de los días que hizo bueno: ¿Para qué iba a llevar la cámara a la playa? La Red está llena de fotos de las garotas y los garotos en Ipanema. Buscad, buscad; haced la prueba.

Al volver de mi primer viaje a Río, hace 4 años, empecé a decir que si fuera portugués, sería "ratachiste". Después de este segundo viaje, creo que ya lo soy, así que tendré que empezar a buscar la forma de ser (también) portugués. Con los años, me vuelvo más y más lusófilo -signo de que, en algunos aspectos, maduro en el sentido adecuado. En la primera versión de esta entrada -la que escribí en mi cabeza- este párrafo me daba pie a defender la latinoamericanidad de España, la inmigración y el mestizaje. Pero, al final, he decidido dejar esos temas para otra ocasión y, en su lugar, colgar la canción que más estoy escuchando desde que volví de Río, porque creo que su sensualidad y calor -y su sencilla complejidad- es mucho, mucho, más elocuente, sobre todo en el invierno:



Hay una versión "limpia" en www.youtube.com/watch?v=jD4PFksOoKs (no dejan incluirla en otras páginas). Me imagino que, en Brasil, que te guste la música de esta chica, Ana Carolina, es una horterada; pero, como soy guiri -por más que me pese-, puedo permitírmelo.