Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


viernes, 31 de octubre de 2008

Sofía no entiende

La abuela de mi amiga Leonor se llama Sofía. Siempre he pensado que Sofía es una mujer inteligente, elegante, conocedora del mundo, capaz de ser cercana y entender los problemas y el dolor de los demás, aunque, en ocasiones, pueda parecer fría y distante. De hecho, siempre me he sentido bienvenido y apreciado en su casa, que ha sabido convertir en la casa de todos. Porque, de alguna manera, se podría decir que Sofía, junto con su marido, reina sobre una familia grande y caótica, compleja y contradictoria, que refleja todos los cambios que España y la sociedad española han vivido en los últimos 30 años.

En definitiva, digamos que Sofía siempre me ha caído bien e, incluso, en algunas ocasiones la he admirado. Como aquella vez que mi amiga Leonor me mostró las fotos de un viaje que hicieron sus abuelos a no sé qué país árabe, durante el cual, su abuela se negó a cubrirse el pelo y el rostro y a llevar faldas hasta los tobillos.

Sin embargo, hace poco pasó algo. Acompañé a Leonor a buscar unas cosas a casa de sus abuelos. Mientras la esperaba en el salón, aparecieron Sofía y una amiga suya, que creo que se llamaba Pilar. Nos pusimos a hablar. No sé muy bien por qué, tal vez porque esa señora, Pilar, que tenía pinta como de ser del Opus, no paraba de hacer preguntas inconvenientes, pero terminé por escuchar de boca de Sofía cosas que hubiese preferido no escuchar -y que no voy a repetir-, que me hacen pensar que es una señora más intolerante y con menos comprensión del mundo de lo que yo me imaginaba. Claro está que todos tenemos derecho a tener nuestras opiniones y a equivocarnos -sólo el Papa, sentado en la cátedra de San Pedro e iluminado por el Espíritu Santo, es infalible- y todos tenemos derecho a expresarnos, pero eso no significa que los demás estén obligados ni a oírnos, ni a escucharnos.

En el caso de Sofía, yo hubiese preferido seguir viéndola como una figura matriarcal, cálida, justa y algo severa, con una curiosa mezcla de toques mediterráneos, como si viniera de Grecia, y toques noreuropeos, como si viniera de Dinamarca. Además, conociendo lo compleja y variada que es la gran familia de Sofía, creo que hubiese sido mejor mantener una posición más neutral, capaz de incluir a todos, más allá de nuestras diferencias.

En el fondo, siento que Sofía me ha fallado. Seguiré yendo a su casa y, estoy seguro, seguiremos teniendo una relación cordial y de respeto, pero ya no me sentiré del todo bienvenido. Es una lástima, porque, hasta ahora, exagerando un poco, se podía decir que yo era "sofiísta".

martes, 28 de octubre de 2008

Max. 3

Se despertaron a la vez. Todavía duraba la magia. Un vaso de zumo, un poco de agua, una visita al baño y volvieron a la cama. El deseo era demasiado nuevo e intenso como para no dejarse llevar. No tenían prisa, nada parecía existir fuera de lo que pasaba entre ellos y más allá de esa cama. Enrique empezó a jugar con la pielv de Max, contando -sin llevar la cuenta- las pecas que, desde el pecho subían hacia los hombros, para dispersarse por la espalda. Enrique se perdió completamente en esa piel suave, blanca, de un ligero tono rosado, que acariciaba y besaba letamente, cada vez más excitado. "Cómo me gusta su culo" pensó Enrique, mientras descubría, como esperaba, una piel algo más oscura y rosada, en la que se detuvo. Max se dejaba hacer.

Max abrió un cajón, le pasó a Enrique un condón y el lubricante. "Esta es la posición que me gusta" -le dijo, poniéndose a cuatro patas. No hizo falta que hablaran más. Hay veces, como esa, en que el sexo ocupa todo y concentra el tiempo y el espacio.

Max se corrió primero y se recostó, recuperando el aliento, al lado de Enrique, que, de rodillas sobre la cama, se masturbaba. Un segundo antes de correrse, cuando sentía el mundo comprimido entre sus manos y el universo contenido en esa habitación, Enrique vió el tiempo detenerse sobre el filo de un segundo perfecto, único y completo. Se dejó caer sobre la cama, derribado por los espasmos del orgasmo. Cerró los ojos, aturdido y satisfecho, intentando retener ese instante infinito, de una lucidez absoluta, capaz de explicar el principio y el fin del tiempo. Tal vez se durmió.

"¿Te apetece que salgamos un rato?" -le oyó decir a Max. "Sí, vamos" -dijo en cuanto pudo reaccionar. Hacía un día estupendo, impropio de la fama de mal tiempo de Bruselas. Además, Enrique estaba contento y se sentía muy a gusto con la ropa que Max le había prestado.

Max quería enseñarle un par de rincones de la ciudad y aprovechar para comer algo. Siguiendo la etiqueta de ese tipo de ocasiones, hablablan un poco de nada y un poco de ellos mismos -sus familiar, sus ex-novios, el trabajo-, buscando equilibrar el conocimiento íntimo que tenían de sus cuerpos con el más mundano de sus vidas. Max le contó que en unos pocos días dejaba Bruselas. Se había mudado allí hacía menos de un año y la ciudad le gustaba, pero le costaba quedarse quieto en el mismo sitio y le había salido un trabajo -más interesante, mejor pagado- en Los Ángeles. Enrique, que no había podido evitar imaginarse algún plan fantástico de viajes mensuales a Bruselas, sintió el chasquido de las ilusiones tontas que se había hecho y que le dejaron un regusto agridulce en la boca. Optó entonces por dejarse llevar por el romanticismo de una historia tan bonita, que no tenía ningún futuro. De alguna manera, la falta de perspectiva le obligaba a concentrarse en el presente.

Volvieron al apartamento. Volvieron a follar. Más tarde, se pasaron por la casa de los amigos de Tomás, para que Enrique pudiera cambiarse e ir a cenar con ellos. Tomás, que lo había estado acribillando a mensajes, estaba algo cabreado, porque llevaba todo el día sin dar señales de vida, pero también contento por Enrique, a quien, desde la ruptura con Pablo, veía alternar periodos de euforia y de encierro. Ahora lo veía contento y, aunque sus amigos le habían advertido que Max era peligroso, sabía que no le iba a dar tiempo a romperle el corazón a Enrique.

Esa fue la última noche que Enrique y Max pasaron juntos. Aunque sabían que probablemente no volverían a verse, ni se quejaban, ni se dejaron llevar por la tristeza. Al día siguiente, la despedida fue rápida y sin promesas.

En el avión, Enrique pensó que era mejor así. Había pasado 36 horas perfectas, con un chico que le gustaba mucho. Había ido a Bruselas pensando que, con algo de suerte, terminaría echando un polvo, y se iba de allí, habiendo vivido algo tan romántico e intenso. Incluso meses más tarde, era capaz de convocar el recuerdo de aquel segundo perfecto, con Max desnudo a su lado, en el que sintió detenerse el tiempo. Era como el sol a finales del invierno, tibio y reconfortante, prometiendo un futuro donde todo es posible.

El verano siguiente, mientras iba de la ducha a su habitación, en el apartamento en Ibiza donde estaba pasando unos días, al tumbarse en la cama al lado de un alemán guapísimo, se dió cuenta de que se había acostumbrado a usar a Max como punto de referencia, cada vez que conocía a alguien nuevo. No tanto porque nadie le parecise tan bueno como Max, de hecho, más de uno -como ese chico de Hamburgo- estaba más bueno, sino porque recordaba que es posible encontrar a alguien con quien dejarse llevar sin esfuerzo. Enrique mimaba el recuerdo de ese fin de semana en Bruselas, capaz de calentarle el alma con el reflejo de una promesa total e intacta. Aún faltaba bastante tiempo para que Enrique sintiera la explosión definitiva de un sol en el estómago.

Max y él siguieron en contacto, a través del correo electrónico y, esporádicamente, por teléfono.

viernes, 24 de octubre de 2008

Tiro En La Cabeza

Ayer fui al cine a ver "Tiro En La Cabeza". Me gustó bastante.

La ponían, dentro del Festival de Cine de Londres, en un cine en Brixton, uno de los dos barrios tradicionalmente negros de Londres -el otro era Notting Hill, pero su aburguesamiento en los últimos 10 años ha terminado por expulsar a una gran parte de los afro-caribeños. Brixton está demasiado al sur del Támesis, por lo que sigue siendo mayoritariamente negro y de clase baja. Eso sí, dentro del cine, casi todo el mundo era blanco, de clase media y, porque la proyección de la película coincidía con un acto de Amnistía Internacional en favor de los "3 de Angola", engagé. Como decía Haro-Teglen (padre), el racismo es un problema socio-económico, de clases sociales.

La película es buena. Exigen atención y obliga a buscar una lógica a la acción. A estas altura, creo que casi todo el mundo sabe que la película está rodada a distancia y con sonido ambiente, pero sin que se llegue a oír las conversaciones de los personajes. Es decir, no hay un relato -nadie cuenta una historia-, sino que se muestra la historia y el relato, en su caso, tiene que construirlo el espectador. Es como ver a los vecinos de la casa de enfrente o a gente comiendo en un restaurante e intentar adivinar qué está pasando.

El ritmo es pausado, pero lo tiene, y bajo la superficie de la realidad "sin tratamiento" que muestra -gente andando por la calle, esperando un tren, etc.- hay mucha elaboración técnica. Parece casual, pero no lo es.

Por lo que sé, algunos han criticado la película porque "humaniza" a los terroristas. Es cierto que, durante casi una hora, vemos al protagonista hacer su vida [inciso: da la sensación que en España la gente se pasa el día comiendo, bebiendo y fumando], hasta que llega la escena del asesinato, que mostrada sin artificio -aunque lo hay-, es como un directo a la barbilla. Es un poco como uno de esos partidos de béisbol dominados por los lanzadores, en los que, aparentemente, "no pasa nada", hasta que un bateador hace un jonrón (vuelacercas, cuadrangular). Desde ese momento, creo yo, queda en evidencia el cortocircuito en el que viven los terroristas y que su vida es anormal.

Hay otra cosa que la película pone en evidencia (volviendo al Marxismo): el protagonista no hace ningún trabajo productivo, sino que "mata el tiempo" y, hay que deducir, es mantenido por su organización. Desde ese punto de vista, es como un parásito.

Evidentemente, a pesar de mis excéntricas ideas sobre el llamado "conflicto vasco", la descentralización autonómica, la nación y las lenguas -no por nada soy un español de ultramar viviendo en Londres-, no tengo ninguna simpatía por los terroristas, lo que hace que vea e interprete la película de una manera determinada. Soy subjetivo y parcial. Además, los actores que hacen de terroristas son un par de españoles de cincuenta años, barrigudos, fofos y descuidados, mientras que los que hacen de los dos Guardias Civiles tienen su punto -y yo tengo mis gustos.

He buscado en Youtbe algo para ilustrar esta entrada. Primero, pensé en el trailer de la película, pero no me gusta. Luego, en algún reportaje sobre la película, pero cuentan demasiado. Al final, me he decidido por éste, que tiene el mismo estilo que la película:

martes, 21 de octubre de 2008

El blog secreto

En la primera entrada, mencioné que hacía un tiempo había tenido otro blog, pero que aquél era un blog secreto. No voy a recuperar esas entradas, aquel blog está muerto y enterrado. Un "blog secreto" no deja de ser un diario personal electrónico. Siguiendo la lógica de esconder un elefante en la jaula de elefantes del zoológico, un blog del que no hablas es prácticamente inencontrable; es más seguro que un diario de esos con candado.

Mi antiguo blog era una vía de desahogo, en un momento en el que viajaba mucho, vivía entre dos ciudades, me sentía un poco extraño en la ciudad que considero mía y no estaba muy claro ni mi futuro profesional, ni cómo sobreviviríamos mi chico y yo a la distancia. Todas esas incognitas se despejaron: conseguí el trabajo que quería, me mudé a otra ciudad, dejé de viajar y mi santo y yo volvemos a vivir juntos. Sin embargo, me he dado cuenta que este nuevo blog es también una vía de desahogo. Cuando respondes a las preguntas que te angustian y despejas las incógnitas que te inquietan, aparecen otras -y, cuando eso deja de pasar, es que te has muerto.

Breckenridge, que tiene un blog estupendo, ha escrito cosas buenísimas sobre mi, que no merezco, y sabe mucho, dice que los blogs se escriben, en primer lugar, para uno mismo. Tiene razón, claro. Este blog me está permitiendo recuperar recuerdos, sobre todo buenos, que tenía enterrados, y me da un taburete, en un "rincón del orador" virtual, para opinar y contar mi vida.

Los blogs reflejan la personalidad de su autor, aunque no necesariamente toda. Si yo escribiera esto con 10 años menos, estoy seguro que sería más entretenido, tal vez menos reflexivo y, seguramente, estaría vertebrado por la sucesión de conquistas, derrotas, amores y desamores, alrededor de las que -me gusta pensar- giraba mi vida de soltero. Sería parecido, aunque peor, que el diario que escribió -y terminó publicando como libro- mi amigo Jota Ele. Si ahora me pusiese a escribir sobre mi vida cotidiana, tendría que hacerlo sobre lo que puse ayer de cena -una pierna de cordero asada con pesto de menta, muy rica, por cierto-, los paseos otoñales por la playa, lo mucho que me duele el culo después de 4 horas de bici, lo que me aburro en el trabajo o sobre uno chulo del gimnasio que me miró un día.

Así que, en vez de eso -sobre lo que no descarto del todo terminar escribiendo-, me está saliendo algo bastante introspectivo, un poco melancólico y con un punto petardo. Me está sirviendo de terapia y, como ya he dicho, ayudando a recobrar la memoria. Además, espero que sea el canal para compartir algunas obsesiones y dar salida a un par de cosas sobre las que quería escribir desde hace tiempo (la primera es "Max", claro).

Estoy teniendo una semana rara. Tal vez por eso, esta vez me ha salido una entrada circular y casi una presentación. Lo cierto es que tengo en la cabeza un puñado de entradas que "necesito" publicar -esta es una- y, hasta que no despeje el atasco, queridas y pacientes lectores, va a ver alguna otra entrada como esta. Me daré prisa.

sábado, 18 de octubre de 2008

Max. 2

Empezó entonces la coreografía de la conquista. Siguieron hablando, tanteando el terreno, buscando la confirmación de interés e intentando intuir su continuación. Cada pregunta, cada comentario, cada sonrisa les daba la excusa para acercarse o volver a tocarse.

Max le iba gustando más y más. Le había hecho reír un par de veces y se estremecía ligeramente –muy ligeramente-, cada vez que volvía a cogerlo por la cintura. Además, la pastilla flojita empezaba a hacerle efecto. Así que le propuso ir a la pista y bailar un poco. Buscaron al resto de grupo, que los recibió con miradas curiosas y divertidas. "¿Qué ha pasado?" -le preguntó Tomás. "Nada. Todavía nada. Hemos estado hablando." -le contestó Enrique, mientras empezaba a bailar, al lado de Max.

Se dejó llevar por la música y las sensaciones: La excitación que sentía cada vez que Max lo rozaba o deliberadamente se tocaban amplificaba los efectos de la pastilla. Se sintió deseado, porque sí y sin complicaciones. Sólo existía el presente y estaba contento.

El grupo empezó a dispersarse. Unos iban a pedir algo a la barra, otros al baño, a la otra pista o al cuarto oscuro. Enrique y Max, tras la señal de una mirada, se perdieron juntos en una esquina, donde, rodeados de extraños indiferentes, bailaron juntos, muy juntos, y se besaron. Fue un beso largo -confirmación del juego y fin de su primera fase-, que le sirvió a Enrique para bajar la última línea de defensa, al descubrir que la boca de Max sabía mejor de lo que esperaba.

"Vámonos" -dijo Max, en parte una orden, en parte un ruego. "Es temprano -contestó Enrique- pero sí, vámonos".

De camino a la puerta, se encontraron con uno de los amigos de Tomás, al que le dijeron que se iban. Enrique sacó el teléfono del bolsillo, escribió: "Me voy con Max. Hablamos. Bss" y le mandó el mensaje a Tomás. Apagó el teléfono y, ya en la calle, se abandonó al momento, a caminar por una ciudad desconocida, arropado por la noche, al lado de un chico que le gustaba mucho y con el que tenía muchas ganas de follar.

Durante el flirteo, habían descubierto que habían nacido en la misma ciudad, donde ninguno de los dos vivía ya. Durante un segundo, en uno de esos silencios nada incómodos, que puntuaban su conversación en la calle, Enrique sintió que estaban burlando al destino o, mejor aún, que Max y él estaban destinados a encontrarse en algún momento de sus vidas, indiferentes al tiempo y al espacio.

Enrique solía dejarse llevar por la anticipación y el deseo en los primeros momentos de un nuevo encuentro, cuando se sentía el protagonista del guión de una gran película romántica, en la que todos los detalles tienen un sentido y todas las promesas están intactas. No siempre un primer encuentro era tan romántico. En ocasiones podía ser más simple, dominado por un deseo inmediato y directo, pero incluso en el juego de estrategias de una sauna, Enrique siempre sentía la pulsación de una enana blanca en el pecho y el estómago.

Llegaron al apartamento de Max, donde se acabó el juego. De la puerta a la cama, todo sucedió muy rápido, "consumidos por el deseo" -pensó, más tarde, Enrique, riéndose de no encontrar otra forma de decirlo, que una expresión de folletín, cursi y en desuso.

Lo cierto es que se entendían muy bien en la cama. Cada vez más cómodos, hablaban muy poco, mientras seguían un código no escrito –con las manos, con la boca- tanteando los lugares, la presión, las caricias y atentos a las reacciones del otro. Max le hizo saber, con suavidad y firmeza, que quería penetrarlo y Enrique, que hacía tiempo había descubierto que algunos hombres necesitaban ser los primeros, se dejó llevar. “Ya me tocará a mi mañana” –pensó, más tarde, cuando se estaba poniendo la camiseta que Max le había prestado para dormir, después de ducharse y antes de quedarse dormido, cansado, tranquilo, contento, abrazado a Max.

viernes, 17 de octubre de 2008

Descubre la canción: soluciones

Muchas gracias a todos por haber participado. Estas son las soluciones:

1. "Un rey sin su corona no puede ser un rey; un hombre que no es hombre no tiene una mujer".
Yuri, "Este Amor No Se Toca". Está aquí por su exceso. A mediados de los 90, sonaba mucho en algunos locales de ambiente desenfadado de Madrid, pero, yo siempre recordaré el Festival de la OTI del 88, con "Dulce Maldición" de Alex y Cristina y Alaska haciendo los comentarios para TVE. Durante el intermedio para las votaciones, salieron Yuri, superceñida en sus licras, y cuatro "lederonas" -Alaska dixit. Lamentablemente, no he sido capaz de encontrar un vídeo de la actuación -no descarto que mis recuerdos, por muy vívidos que sean, estén equivocados. Así que, dejo esta actuación anterior, de 1982, en "Aplauso". No creo que sea posible verlo sin reírse.


2. "..., would you remember to tell me all the things you forgot when I was your man?"
Prince, "If I Was Your Girlfriend". Es una de las mejores letras de amor, de después del amor, que conozco. Si me desterraran a una isla desierta y solamente me dejaran llevarme música de un artista, sería la discografía completa de Prince -intentaría hacer trampa, para poder llevarme algunos discos de Ella Fitzgerald también. El año pasado, vi cuatro de sus veintiún conciertos en Londres. No hay vídeos suyos en la Red, la cual patrulla constantemente para evitarlo. Por suerte, las TLC -que eran lo mejor- hicieron una versión en "CrazySexyCool". Nunca fue single, pero hay vídeos:



3. "The stars have lost their glitter, the winds grow colder, suddenly you're older".
Judy, "The Man That Got Away", de Harold Allen. Es una canción sobre el abandono, tristísma, trágica y hermosa -perdón, perdón por la cursilada-, que Judy Garland, en su mejor momento, canta en "Ha Nacido Una Estrella" -la versión de Cukor, de 1954; una de las mejores películas de la historia. Vale la pena ser abandonado para, simplemente, llorar escuchándola una y otra vez.



4. "Me bebo tu Coca-Cola, te dejo el vaso vacío, y sigo bailando sola o con cualquier ligue mío".
Las Hermanas Goggi, "Estoy Bailando". Esta, como la de Yuri, la habéis acertado (PasaelMocho, Brecken, theodore). Lo que más me gusta es la letra: una traducción del italiano, un poco con calzador, que conjuga lo absurdo y la sublime. Pongo la versión de las Hermanas Goggi, en castellano, aunque sea un vídeo "estático"; la versión de Las Trillizas no me gusta tanto. Hay alguna otra, pero la reservo para una futura entrada.




5. "Natalia era un poco pija, libertina y sin manías, sus amantes mantenían su pisito de estudiante".
Albert Pla, "El Lado Más Bestia De La Vida". Lo que hace Albert Plá con "Walk On The Wild Side" es divertido y muy bueno. Además, ayuda contra el hastío causado por tanta repetición del original. Habría que establecer una moratoria y dejar de poner la versión de Lou Reed durante un par de años, también la versión de Marky Mark -se podrá seguir viendo el vídeo, eso sí, pero sin volumen.




6. "Porque, cuando tú jugabas, yo creía que lo que hacías era amar y, mientras, yo me enamoraba..."
La Casa Azul, "Como Un Fan". ¿Es posible hacer mejor pop que esto? Yo creo que no. El vídeo, como toda la serie de vídeos de La Casa Azul como grupo, es fabuloso. Conocí a La Casa Azul a través del "Amo A Laura" y me hice fans instantáneamente. De las mejores cosas que descubrí en mi último paso por Madrid.




7. "Some one left the cake out in the rain".
Donna Summer, "McArthur Park". El tema de la tarta en la lluvia, ya desde la versión de Richard Harris , como recuerda theodore, ha desconcertado a muchos. Sólo hace falta hacer una búsqueda en Google para encontrarse con cientos de páginas sobre el tema. Con lo que me gusta bailar, no es raro que me vuelva loco la música disco y, más allá de Larry Levan o Loleatta Holloway, esta canción es soberbia. Hay por la Red algunos vídeos con los maravillosos 17 minutos de la "McArthur Suite", pero aquí dejo la versión "sencilla".



8. "I don't want to be your prisioner, so baby, won't you let me free".
Madonna, "Borderline". Mi canción favorita de Madonna, de la época antes de la abducción por los extraterrestres, la clonación y la Madonna Corp. La única razón por la que hubiese ido a ver su última gira. Es una canción perfecta. ¡Qué buena fue Madonna!



9. "I was raised on the Good Book Jesus, 'till I read between the lines. Now I don't believe I want to see the morning".
Barbra Streisand, "Stoney End". Reconozco que esta era complicada; hay que haber escuchado mucho a la Streisand para conocer esta canción de los 70, cuando se las dio de moderna. Es la época que desemboca en "Woman In Love" y "Guilty". Luego, se le cruzaron (más) los cables y terminó pareciéndose a la Virgen.


10. "Take my love, I'll never ask for too much, just all that you are and everything that you do".
Whitney Houston, "I Have Nothing". Sé que Whitney se ha transformado en una debilidad inconfesable, pero es que ¡aún tengo el sencillo de "How Will I Know"! Y sigo esperando que regrese, porque, cuando regrese, el disco será buenísmo. El único pero a esta canción es que aparecía en "El Guardaespaldas". Todo hemos babeado con Kevin Costner, pero la película era mala, mala.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Descubre la canción

Os propongo un juego: Descubrir 10 canciones por sus letras. Sin buscarle tres pies al gato, todas están entre mis favoritas, aunque no es un top 10. Las respuestas, en la próxima entrada.



1. "Un rey sin su corona no puede ser un rey; un hombre que no es hombre no tiene una mujer".



2. "..., would you remember to tell me all the things you forgot when I was your man?"



3. "The stars have lost their glitter, the winds grow colder, suddenly you're older".



4. "Me bebo tu Coca-Cola, te dejo el vaso vacío, y sigo bailando sola o con cualquier ligue mío".



5. "Natalia era un poco pija, libertina y sin manías, sus amantes mantenían su pisito de estudiante".



6. "Porque, cuando tú jugabas, yo creía que lo que hacías era amar y, mientras, yo me enamoraba..."



7. "Some one left the cake out in the rain".



8. "I don't want to be your prisioner, so baby, won't you let me free".



9. "I was raised on the Good Book Jesus, 'till I read between the lines. Now I don't believe I want to see the morning".



10. "Take my love, I'll never ask for too much, just all that you are and everything that you do".

sábado, 11 de octubre de 2008

Max. 1

Cuando se le presentaron, no le hizo mucho caso. Enrique acababa de llegar a la casa de los amigos belgas de Tomás y, en unos pocos minutos, le habían presentado a una docena de tíos. Fue un poco después que le preguntó a Tomás por el nombre de "ese chico de la camiseta negra y los brazos grandes".

Ese viaje a Bruselas iba a ser uno más de los que Enrique había estado haciendo en los últimos meses. Un fin de semana largo, con algunos amigos, con la excusa de alguna fiesta, un cumpleaños o algo por el estilo, y la posibilidad de conocer gente. Desde que lo había dejado con Pablo, esos viajes formaban parte de su plan de "disfrutar de la soltería".

Esta vez, se había apuntado a los planes de Tomás de ir a Bruselas a ver a unos amigos de su época de Erasmus. El plato fuerte del viaje era, el viernes por la noche, ir a "La Démence"; una de esas fiestas casi interminables, llena de hombres de todos los tamaños y llena del mismo número de posiblidades.

Enrique había estado ya en Bruselas, pero no en "La Démence"; no conocía a los amigos de Tomás, pero eso era un aliciente. En estos viajes, en el fondo, conocer gente y pasarlo bien eran los instrumentos para, con algo de suerte, terminar echando un polvo.

La casa de los amigos de Tomás era el punto de reunión para tomar unas copas -tal vez, algo más- antes de ir todos juntos, en grupo, a la discoteca. Después de las presentaciones, Enrique se sirvió una copa y se puso a hablar con un belga no muy guapo, que había decidido utilizarlo para practicar el español que había aprendido en sucesivos veranos en Sitges. Era un coñazo, pero le permitía dar la impresión de estar ocupado y ser amigable, mientras valoraba las posibilidades de romance que había en la habitación. Fue entonces cuando se fijó en ese chico. Sus miradas se cruzaron un par de veces y a Enrique le dio la impresión de que el chico de la camiseta negra y los brazos grandes mantenía la mirada un segundo más de lo esperable, enviando, con suerte, el mensaje de un posible interés. También se dio cuenta de que tenía los ojos verdes.

Por eso, unas vez en la calle y de camino a "La Démence", Enrique se acercó a Tomás y le preguntó cómo se llamaba ese chico. "Max", dijo Tomás, con una sonrisa y una mueca rápida, que Enrique no supo interpretar. El resto del camino, se dedicó a planear el ataque e intentar decidir si valía la pena tomarse media pastilla o una entera.

Decidó, una vez dentro, tomarse una "de las flojitas" entera y esperar un rato antes de acercarse al chico de la camiseta negra y los brazos grandes; no mostrar demasiado interés, verlo más de cerca y también las dos o tres primeras tonterías que le iba a decir.

Sus planes se fueron al garete cuando, al cuarto de hora de estar dentro, el chico se le acercó para preguntarle de dónde era, mientras lo cogía por la cintura con su mano izquierda y, con el pulgar de la derecha, le tapaba el oído para que, al gritarle sobre la música, sus preguntas no le molestasen.

Enrique nunca fue especialmente difícil, pero nunca se había sentido tan rápidamente conquistado, salvo, tal vez, una o dos veces, hacía tiempo, cuando tenía menos experiencia y descubría que, ligando, el papel del más débil, del conquistado, podía ser muy excitante. Desde el momento en que sintió que lo tocaba, lo único en que Enrique pudo pensar fue en las ganas que tenía de irse con él a la cama. Para entonces, ya se había aprendido que el chico se llamaba Max y comprobado que sí, que tenía los ojos verdes.

miércoles, 8 de octubre de 2008

I Am What I Am

Escribir la entrada anterior ha tenido un efecto que no esperaba: una explosión de recuerdos, asociados a canciones, de mi infancia y primera adolescencia, sobre todo de buenos recuerdos. Pensé dedicarle una entrada a los tres o cuatros más intensos, pero creo que eso sería demasiado -es decir, un coñazo. Prefiero intentar hacerlo en una única entrada. Son tres canciones: "It's A Heartache", "Endless Love" y "I Am What I Am" (en ningún momento he dicho, querida lector, que fueran canciones buenas).

La casa -realmente, un piso- de mis abuelos maternos siempre ha estado llena de gente, entrando y saliendo a todas horas, cada cual contando todo tipo de historias -divertidas, dramáticas, psicoanalíticas, médicas- alrededor de la mesa de la cocina (naranja), en la que, a cualquier hora del día, se comía y bebía. Es fácil imaginar que en mi niñez, la casa de mis abuelos era un lugar fascinante y entretenidísmo, una especie de circo de tres pistas, con barra libre de Coca-Cola.

Uno de mis juegos preferidos era ir al salón -madera oscura, con apliques circulares en cuero blanco, espejos ahumados- y ponerme a abrir los armarios y cajones. Así fue como cayó en mis manos la primera revista porno que abrí; así fue como descubrí "It's A Heartache" de Bonnie Tyler, que me tuvo obsesionado durante años. Hubo una época en la que, después de haber saludado, como el niño buen educado que era, salía corriendo al salón, abría el armario del equipo de música y, capaz de sentir que la felicidad estaba encerrada en un disco negro de vinilo, ponía la canción, una y otra vez. Y la bailaba. Y la cantaba, mal, porque siempre he desafinado, y porque no tenía ni papa de inglés, así que terminé por inventarme una letra, que empezaba repitiendo "Mata-Hari, Mata, Mata-Hari".




"Endless Love" representa el final de mi inocencia. No he visto la película, que es de 1981, aunque recuerdo el revuelo, y la canción llegó a mi vida más tarde, en el verano del 84. Durante un año, hasta el verano siguiente, esta canción estuvo siempre presente. Posiblemente no sonó muchas veces durante ese año, pero en mi memoria está indisolublemente unida a mi primer amor, que era quien la cantaba; a la primera vez que me rompieron el corazón, la misma chica, claro; al divorcio de mis padres, que fue agotador emocionalmente; mis primeros momentos de lucidez sobre mi homosexualidad y el nacimiento de mi hijo, ya algo más tarde, en el invierno del 86.

Solemos tener una visión melancólica, algo romántica y risueña, de la pérdida de la inocencia, que es como suelen reflejarla la Literatura y el Cine. Yo recuerdo ese año, del verano del 84 al verano del 85, como una convulsas emocionalmente, durante la cual mi vida cambiaba radical e irreversiblemente, más allá de mi control. Dejaba atrás una infancia que fue feliz, en la que estuve rodeado de una familia grande, bulliciosa y dramática -medio italiana, medio gallega- y en la que, si tenía ganas de poner un disco y bailar y cantar, podía hacerlo sin preocuparme por lo que pensarían los otros.




El año anterior a todos esos cambios, me lo pasé bailando. "Funky Town", "You Can't Stop The Music", "No Controles", "Karma Chamaleon", "La Noche No Es Para Mi" y "I Am What I Am". Imagino que primero escuché a Gloria Gaynor cantando "I Am What I Am"en la radio -se me escapa qué radio madrileña pondría, en 1983 esa canción; tal vez Radio Vinilo, que era la que yo más escuchaba. En todo caso, a principios del 84, me compré el LP "I Am Gloria Gaynor" para poder escuchar esa canción tanto como me pidiera el cuerpo, que era mucho.

Mi inglés había mejorado algo desde la época de "Mata-Hari", pero, aunque entendiera parte de la letra y fuera capaz de cantarla sin inventarmela demasiado, no era capaz de entenderla de verdad. No sabía que la canción era de un musical y que, en el escenario, la cantaba un señor muy afeminado, estrella de un espectáculo de transformismo, frente al rechazo del hijo que ha criado. No sabía que era una canción de reafirmación personal. No sabía que era una canción estandarte para muchos homosexuales, en los momentos más negros de la primera ola del VIH y el SIDA.

¡Ojalá lo hubiera sabido! Fue en esa época, cuando empecé a sentir que me gustaban los hombres; fue en esa época, cuando algún compañero de clase me llamaba "marica" y me dolía; fue en esa época, cuando empecé a esconderme. ¡Qué bien me hubiese venido entender entonces de verdad esa letra y decirle "hey, Mundo, Soy Lo Que Soy"! Al final lo hice, me costó algún tiempo, unas cuantas lágrimas y algunas noches sin dormir, engullido por una soledad cósmica, pero, al final, mal o mejor, lo hice.

martes, 7 de octubre de 2008

América, América

Llevo mucho tiempo pensando en escribir un blog. Es más, hace un par de años, tuve un blog "secreto". Le he dado muchísimas vueltas a la idea, sin llegar a decidir qué quería hacer y cómo hacerlo. Sobre todo, no encontraba la forma de empezar. Me conozco lo suficiente como para reconocer que "no encontrar" quiere decir "tener miedo". Me da miedo empezar, escribir un par de entradas y, luego, no saber cómo continuar o actualizar de Pascuas a Ramos. También me da miedo que nadie me lea o que este blog termine siendo un coñazo. Hoy, he decidido superar ese miedo.

En gran parte, se lo debo a mi amiga Breckenbridge , que lleva tiempo animándome a que escriba y que, sin saberlo, me dio la idea de cómo empezar con su entrada sobre Karina. El blog de Breckenbridge, por cierto, es lo más.

Mi primera entrada no es una lista de gustos y disgustos, ni una declaración de principios, ni El Manifiesto Comunista. Estas son cosas que vendrán a su tiempo. Me primera entrada es sobre mi primer disco.

Un diciembre de mediados de los 70, me regalaron mis dos discos sencillos. Uno era de villancicos cantados por niños, el otro era "América, América" de Nino Bravo. Desde el primer momento, la canción me volvió loco -sé que también la cara "B", pero ya no la recuerdo. Empecé a poner el disco sin parar, en el tocadiscos de mi cuarto, cantándola a todo pulmón, hasta el extremo de que mis padres decidieron "racionarme" el disco.

No voy a descubrir a estas alturas a Nino Bravo, esta entrada no se trata de eso. "América, América" fue mi primer disco de adulto -y durante bastantes años, el único-, compartiendo estantería con discos titulados "Ruidos y Ruiditos", "El Reino del Revés" o "Manuelita la Tortuga". Por eso le dedico esta primera entrada.

¿Quién me lo regaló? La hermana pequeña de Rosa, quien trabajaba en casa de interna. No recuerdo su nombre y, lamentablemente, hace años perdimos el contacto con Rosa. Mis padres habían acogido a su hermana pequeña en casa, después de que se encontrara en la calle por quedarse embarazada sin estar casada (en casa de mis padres siempre se habló de todo en frente de los niños, aunque, claro, eso no quiere decir que me fuera capaz de entender el asunto).

Después de un tiempo, decidió volverse a su pueblo a dar a luz. Antes de irse, nos hizo un regalo a mi hermana y a mi. Recuerdo que me encantó el regalo y, al mismo tiempo, que se me hizo un nudo en el estómago, pensado que la pobre chica se había gastado su dinero en mi. También sentí que la situación de esa chica era injusta.

Así que, esta entrada no es sólo sobre mi primer disco, es también sobre el momento en que me nació la conciencia.