Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


viernes, 22 de enero de 2010

Poderes

Los seres humanos tenemos poderes.

Me gusta mucho la Ciencia-Ficción, las películas de aventuras y los comics de superhéroes. Es una de esas cosas que no he crecido para dejar atrás. Tengo mis preferencias: Star Trek y no Star Wars, DC y no Marvel, más Batman -y Robin, en el batimóvil- que Superman, o Animal Man más que la Mujer Maravilla.

En esta afición, lo reconozco, hay algo de soñar en ser otro, en tener un secreto maravilloso, que te permite hacer cosas extraordinarias; hay algo, además, de esperar al momento de la transformación, del punto y a parte, en el que esos poderes se manifiesten y mi vida cambie definitvamente. Esto en más propio de mutantes que de vengadores enmascarados, también lo reconozco y, con poco que se sepa del mundo mutante, donde digo "mutante" digo "marica", pero no voy por ese lado.

Voy, en cambio, por el lado más literal. Los seres humanos tenemos poderes, súperpoderes, esperando a desarrollarse. No hablo de esos poderes tan chulos como ser invisible, levantar edificios, correr más rápido que una bala, lanzar rayos por los ojos o volar (volar es muy sencillo. Yo vuelo muchísimo. En sueños. Me paro, miro al cielo, doy un salto y ya estoy volando, lo que no está nada mal para alguien con vértigo.

Esos poderes, que son muy chulos, son "poderes tecnológicos", porque responden a la misma lógica que la inmensa mayoría de la tecnología humana: son extensiones de nuestro cuerpo y nuestras capacidades materiales (ir más rápido, saltar más alto, ver más lejos, matar con más precisión).

Los poderes de los que hablo son otros, más sutiles y menos materiales. Tal vez por eso, los pasamos por alto y no los desarrollamos. Pertenecen a la intuición y al espíritu, nos conectan con los otros. Desde hace tiempo, y hasta hace una semana, sospechaba cuál era mi poder. Hace una semana, tuve la confirmación.

Mi poder es encontrarme con gente. No hablo de encontrarte con unos amigos, sin haber quedado, en el bar al que vais siempre. No. Hablo de encontrarme con un amigo en Oxford Street, a una hora y en un día en el que los dos tendríamos que estar en otro sitio. De encontrarme con unos amigos, cerca de la medianoche, después de cenar en casa de otros, en la Puerta del Sol (y de dejar convencerme para ir a tomar una copa, a sabiendas que es esa copa que te lía). De encontrarme con un conocido de Londres, tomando el aperitivo en la terraza de La Biela de Buenos Aires. Este tipo de cosas me pasan constantemente, es por eso que lo intuía como un poder, pero me hacía falta la confirmación: una casualidad tan grande, que no podía serlo.

Hace una semana, volaba de Londres a Praga (en avión, no en sueños). Como llegué con tiempo al aeropuerto, decidí cenar algo y evitarme un bocadillo malo en el avión. Me sentaron en la esquina de una mesa comunal, pido rápido y me enfrasco en mi iPhone. Al poco, sientan a alguien, en diagonal a mi. No presto atención, hasta que la oigo hablar: levanto la cabeza y veo a mi amiga C, que vive en Bruselas. Tras medio minuto de sorpresa, nos sentamos frente a frente y nos ponemos a hablar. Me cuenta, entre otras cosas, que había venido a Londres por trabajo y que, en un rato, salía para Praga. En el mismo vuelo que yo.

¿Puede, después de eso, haber alguna duda de que tengo el poder de encontrarme con gente? Ahora me queda pensar cómo lo desarrollo, aunque tengo la sensación que se está desarrollando por si mismo: ayer por la noche encadené dos de esos encuentros, lo que permitió que "cenar temprano y una copa" con un amigo pasara a ser "una copa más" con otro y "la última" con un tercero. Volví a casa después de la 4, cansado y con el hígado magullado. Pero es que tener poderes es duro y exigente, todos los superhéroes lo saben.


4 comentarios:

Squirrel dijo...

Yo creo que tu poder es mas crapulismo que otra cosa (sabias, por cierto, que en idioma fines, Krapula significa resaca? Precioso, a que si?).

Yo tambien tengo un poder, pero es mas fuerte (y tremendo) que el tuyo y ademas lo detesto. Tiendo a adivinar todas las cosas malas que me van a pasar. Cada vez que pienso que algo malo me va a pasar, me ocurre. Me acaba de suceder ahora mismo. No es que sea muy grave, pero es algo que me figuraba y ha ocurrido. Insisto, no es malo, pero es una cualidad que no me gusta nada tener. Soy un super-heroe reluctante.

Y escribo desde Breckinridge proque Wordpress esta hoy fatal, no se que le pasa.

Stanwyck dijo...

Ser un superhéroe es duro y no se elige. Son los poderes quienes elige. Deben de tener algo que ver con el egoísmo de los genes.
Tu poder es duro, pero piensa en esa canción que ya he citado más de una vez: "you can't always get what you want, you get what you need!" Esas premoniciones pueden ser también la forma en que la vida te dice que estás desenfocando tus deseos y que es otra cosa lo que te viene bien.
No puedo creer que pongas en dudas mi poder. Tu lo llamas krapulismo (me encanta el finés), yo no lo pongo en duda e intento aprovecharlo al máximo: cueste lo que cueste.

Anónimo dijo...

Estoy flipando con los tíos del felpudo
Notorious

Stanwyck dijo...

¿The dispacho uno al trabajo?
¿Y un reloj con Brillantina y Polvorete?
Besos,