Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


martes, 4 de febrero de 2014

Pepa



Al poco de volver a Madrid, aún acogido por David en su casa, mientras regaba las plantas de la terraza con la manguera, me sentí como Pepa Marcos.
Han pasado los meses, me he instalado, y Pepa sigue presente.
Paso de vez en cuando por Montalbán 7, y espío la portería. He cogido un mambo taxi, con una taxista con la que hablé de psicología masculina. He hecho gazpacho, pero sin aderezarlo con calmantes. He esperado una llamada. Me han mentido y me he creído las mentiras, y ojalá le hubiera dado en la nuca a alguno, al tirar uno de mis discos de vinilo por la ventana.
Todavía no le he prendido fuego a la cama, al menos no literalmente, pero me queda aún mucho tiempo en Madrid.
Más que todo eso, sin embargo, Pepa es el leiv motiv porque "Mujeres" muestra un Madrid, un país, optimista y alegre, que puede parecernos perdido, pero que podemos recuperar y que yo no siento tan lejano. Veo la ciudad abierta y viva, en efervescencia, aunque pueda parecer en ocasiones la efervescencia febril de una ciudad asediada. No se me escapan la dificultad de la situación, ni el cabreo, ni la impotencia que producen la mentira y el espolio de unos gobernantes que desprecian el interés general en beneficio propio y de sus amos.
Sin embargo, estoy contento, muy contento. Esta vuelta a Madrid ha sido mejor de lo que esperaba. Madrid es conmigo un amante generoso y nada rencoroso, que sólo se ha fijado en cuánto lo he echado de menos para acogerme de nuevo; sin preguntas y sin reproches.
Después de más tiempo del que quiero recordar, estoy donde quiero estar y no tengo ni prisa, ni planes de moverme. Creo que escribí aquí, no hace tanto, que se me han quitado las ganas de viajar: estoy demasiado a gusto y hay demasiadas cosas que hacer como para irme. "... los lugares deben ser amados por sus cosas buenas."
Dejando de lado el trabajo, aunque debería decir que hacía muchos años que no estaba tan contento en el despacho, esta nueva vida en Madrid está llena de amigos, teatro, lugares conocidos y nuevos, algunos hombres y tanto sol como había echado de menos y este cielo de un azul tan único. Sin duda, tengo más de lo que merezco.
Este blog ha tenido ya dos vidas. La primera, introspectiva y de recuperación de la memoria, durante mi anterior paso por Madrid y los primeros tiempos en Londres. Revivió con la excusa de mi viaje por el Pacífico, para el que le nació un mellizo anglófono. Me tienta retomarlo otra vez, aunque mi amiga Elvira me diga que tengo dejarme de pamplinas.
No hace mucho, Ricardo me animaba a retomar el blog, aunque hubiera dejado de viajar, con el argumento de que "lo exótico está aquí", aquí en Madrid.
No tengo claro que mi vida en Madrid sea tan exótica como Palau o Tonga. Imagino que es una cuestión de punto de vista y, por eso mismo, se puede argumentar que no tiene nada de extraordinaria.
Aún así, me tienta contar lo que hago y me pasa en Madrid, los días y las noches, aunque me produce cierto pudor hablar de las conquistas, los desengaños, los momentos en que he sentido la aceleración de los latidos de mi corazón e, inevitablemente, su ligero encogimiento ante una desilusión. Sin embargo, más perdería no intentándolo.

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