Vais a pensar que soy un coñazo, que después de una entrada sobre el 20-N y 12 días sin escribir, vuelvo a hacerlo sobre una efemérides. Quería haber escrito al menos una entrada, antes de publicar la de hoy, pero he estado más ocupado de lo que esperaba y, fundamentalmente, no terminaba de salirme.
Hoy es 1º de diciembre y es el Día Mundial de la lucha contra el SIDA. No puedo dejar pasar la fecha sin escribir algo, de la misma manera que, esta mañana, muerto de sueño por el madrugón inhumano que me he pegado, me he puesto un lazo rojo en la solapa. Sé que hoy se conmemora a los millones que han muerto de SIDA y que es importante recordar que hay 33 millones de personas infectadas, la mayoría de los cuales son demasiado pobres para tener acceso a las terapias triples anti-víricas, y que, cada año, hay más de dos millones de nuevas infecciones, así como denunciar la discriminación que sufren los seropositivos.
También se trata de insistir en la prevención. Se me escapa que, sobre todo en una sociedad opulenta y occidental, siga habiendo gente -mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales y todos los modelos posibles- que se infecta con el VIH, por ignorancia, inconsciencia o a propósito.
Como ya he contado, mi despertar sexual sucedió en los 80, por lo tanto, fue paralelo a la evolución de, digamos, la primera ola del VIH y el SIDA, que vino a sumar una dosis extra de confusión y miedo a mis dificultades para aceptar mi orientación sexual. Recuerdo también la ansiedad y el terror durante la espera del resultado de la primera prueba del VIH que me hice, y que no disminuyeron en nada ni con la segunda, ni con la tercera, ni con la cuarta prueba. Daba igual que hubiera practicado sexo seguro -o relativamente seguro-, porque siempre hay algo, por pequeño que sea, que no deberías hacer o no convendría que hicieras o que no es absolutamente seguro, pero que haces.
Hay un documental muy bueno, titulado "El Regalo" ("The Gift"), que trata sobre hombres que buscan infectarse. Se centra, sobre todo, en la historia de tres de ellos, todos más de 10 años más jóvenes que yo, que han participado voluntariamente en orgías, en las que ni hay condones, ni sexo seguro, ni se hacen preguntas -y que a mi se me antojan como especies de misas negras, de celebraciones del mal y la muerte, a pesar de sus ropajes de liberación y plenitud.
Personalmente, concibo la vida como una construcción, una "performance", por lo que soy capaz de entender la carga poética de seguir la llamada de la pulsión de muerte y conscientemente buscar la autodestrucción, con el alcohol u otras drogas, saltando del Viaducto, estrellando un coche contra un muro o a través del sexo, Pero, soy contradictorio y, en el caso del VIH/SIDA, me cuesta mucho entender que alguien decida infectarse o, al menos, decida ser un inconsciente. Posiblemente me cuesta por el miedo que le he tenido y porque, en el caso del documental, ninguno de los tres chicos parecen comprender del todo lo que están haciendo, salvo uno de ellos, cuando ya es demasiado tarde.
Quería terminar esta entrada con la escena final de "Longtime Companion", que me sigue pareciendo la mejor descripción de los primeros años del SIDA, pero no la encuentro -se ve que no todo está en Internet. He encontrado muchas otras cosas, pero no he encontrado ninguna con el mismo mensaje de esperanza, ni con la misma carga emocional. Así que no voy a poner nada y voy a terminar animándoos a ver la película -el documental, sinceramente, es tan deprimente como bueno.
Para el SIDA.
Hoy es 1º de diciembre y es el Día Mundial de la lucha contra el SIDA. No puedo dejar pasar la fecha sin escribir algo, de la misma manera que, esta mañana, muerto de sueño por el madrugón inhumano que me he pegado, me he puesto un lazo rojo en la solapa. Sé que hoy se conmemora a los millones que han muerto de SIDA y que es importante recordar que hay 33 millones de personas infectadas, la mayoría de los cuales son demasiado pobres para tener acceso a las terapias triples anti-víricas, y que, cada año, hay más de dos millones de nuevas infecciones, así como denunciar la discriminación que sufren los seropositivos.
También se trata de insistir en la prevención. Se me escapa que, sobre todo en una sociedad opulenta y occidental, siga habiendo gente -mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales y todos los modelos posibles- que se infecta con el VIH, por ignorancia, inconsciencia o a propósito.
Como ya he contado, mi despertar sexual sucedió en los 80, por lo tanto, fue paralelo a la evolución de, digamos, la primera ola del VIH y el SIDA, que vino a sumar una dosis extra de confusión y miedo a mis dificultades para aceptar mi orientación sexual. Recuerdo también la ansiedad y el terror durante la espera del resultado de la primera prueba del VIH que me hice, y que no disminuyeron en nada ni con la segunda, ni con la tercera, ni con la cuarta prueba. Daba igual que hubiera practicado sexo seguro -o relativamente seguro-, porque siempre hay algo, por pequeño que sea, que no deberías hacer o no convendría que hicieras o que no es absolutamente seguro, pero que haces.
Hay un documental muy bueno, titulado "El Regalo" ("The Gift"), que trata sobre hombres que buscan infectarse. Se centra, sobre todo, en la historia de tres de ellos, todos más de 10 años más jóvenes que yo, que han participado voluntariamente en orgías, en las que ni hay condones, ni sexo seguro, ni se hacen preguntas -y que a mi se me antojan como especies de misas negras, de celebraciones del mal y la muerte, a pesar de sus ropajes de liberación y plenitud.
Personalmente, concibo la vida como una construcción, una "performance", por lo que soy capaz de entender la carga poética de seguir la llamada de la pulsión de muerte y conscientemente buscar la autodestrucción, con el alcohol u otras drogas, saltando del Viaducto, estrellando un coche contra un muro o a través del sexo, Pero, soy contradictorio y, en el caso del VIH/SIDA, me cuesta mucho entender que alguien decida infectarse o, al menos, decida ser un inconsciente. Posiblemente me cuesta por el miedo que le he tenido y porque, en el caso del documental, ninguno de los tres chicos parecen comprender del todo lo que están haciendo, salvo uno de ellos, cuando ya es demasiado tarde.
Quería terminar esta entrada con la escena final de "Longtime Companion", que me sigue pareciendo la mejor descripción de los primeros años del SIDA, pero no la encuentro -se ve que no todo está en Internet. He encontrado muchas otras cosas, pero no he encontrado ninguna con el mismo mensaje de esperanza, ni con la misma carga emocional. Así que no voy a poner nada y voy a terminar animándoos a ver la película -el documental, sinceramente, es tan deprimente como bueno.
Para el SIDA.
2 comentarios:
Longtime Companion es tan bonita, y tan triste. Y aquéllos tiempos fueron tan tremendos. Lo peor de todo era la lacra social. Hace poco me hablaban de un famoso fotógrafo que tiene sida (y una exposición en el reina sofía) y quien me lo contaba añadía esa coletilla, que tanto daño me hizo cuántas veces lo escuché, en este país tan ingrato y tan machista, y que aún esta vez me produjo escalofríos: "pero es por heroinómano, ¿eh?, no te creas que es maricón". Y quien me lo dijo, alguien a quien conoces bien, no es nada sospechoso de homofobia, y sin embargo no movería un dedo si nos hiciesen desaparecer. Nos creemos que está todo ganado. Para nada.
¿Cuánto hace que no hablamos? Me parece que hace siglos.
Ese era -y, por lo que cuentas, es- un comentario tan hiriente y nace de un reflejo. Siempre se piensa que hay cosas peores y que algunos se merecen sus problemas más que otros.
También, es una forma de crear categorías, que es algo muy normativo.
Hablemos pronto.
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