Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


sábado, 14 de febrero de 2009

De verdad ocupado

Más de 10 días sin escribir. La última, ha sido una de esas raras semanas en las que estoy de verdad ocupado. Al mismo tiempo, ha sido una semana en la que no ha pasado nada, al menos, nada digno de una entrada, a diferencia de la semana anterior, que es sobre la que escribo. No tanto de la semana, como del fin de semana, del sábado pasado.

El sábado pasado, mi hermano pequeño, al que llevo 22 años, se volvió a Buenos Aires, donde vive, después de pasar un mes en Londres, en casa, con nosotros. Mi familia, se trace el círculo donde sea, está desparramada por el mundo, lo que quiere decir que rara vez pasamos mucho tiempo juntos, aunque nos veamos varias veces por año. El mes que mi hermano ha pasado en casa es el tiempo más largo que yo he pasado con alguien de mi familia desde noviembre de 1994. No incluyo aquí a mi novio, con el que llevo 6 años, porque él está en la categoría de "familia elegida", como están esos amigos que son también mis hermanos, mis primos, mis sobrinos.

Tener a mi hermano en casa durante un mes me ha enseñado mucho. Me ha enseñado cosas de mi mismo. Posiblemente por sentirme responsable de la vida cotidiana de otra persona, he descubierto una serie de tics extraños: una tendencia sobreprotectora, un lado pasivo-reflejo, un punto ligeramente intolerante cuando mis planes no se cumplen del todo. Por suerte, también he descubierto que soy capaz de darme cuenta de esos tics y reírme un poco de mi mismo al descubrirme refunfuñando porque una cacerola no estaba lavada "como a mi me gusta".

Más importante que todo lo anterior, ha sido estar con mi hermano. Ver, con cierta envidia retrospectiva, que es mucho más maduro y seguro de si mismo de lo que yo era a su edad, que tiene las cosas muy claras -cosas como quién es o dónde está parado, que a mi me han costado aclarar y a las que últimamente les doy muchas vueltas.

Tener a mi hermano en casa, en cierta forma, me ha "descongelado". Unos meses después de mudarnos a Madrid, en diciembre de 1979, mi acento porteño desapareció casi por completo en favor de un acento madrileño, sólo traicionado por alguna ese demasiado líquida y por la "enie" que se resistía, además de alguna expresión rioplatense, como "añares", por "muchos años", o "recién", por "acabar de". Pero mi "ej´que" era perfecto-lo perdí luego, cuando me fui a vivir a Vigo-. Tal esfuerzo hice por adaptarme a vivir en España, que ni tan siquiera mantuve el acento argentino ni en casa, ni en los viajes a Buenos Aires, en esa especie de "bilingüismo" del acento, que suele ser corriente en casos parecidos.

Pues bueno, durante el mes que mi hermano ha estado viviendo en casa, mi acento se ha ido liando y, si ningún orden, iba del "tú" al "vos", del ceceo al seseo, del "vosotros" al "ustedes" y el yeísmo castizo se "rioplatenisaba" y viceversa. Hace tiempo, hubiese intentado controlarlo, pero ya no. Me he dejado llevar y disfrutado de la incoherencia. Ahora que mi hermano está de vuelta en Buenos Aires, he recuperado mi acento español "no del todo neutro" y a él lo echo de menos y extraño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tambien te extraño mucho y la pase genial con vos y M en Londres! Te quiero y te extraño mucho!
besos y abrazos!

M87!

Squirrel dijo...

Me hizo mucha gracia, cuando estuvisteis los cuatro en casa en plena nevada y os pusisteis a vosear entre vosotros. Yo no sé vosear y casi me costaba seguiros. Qué te voy a contar de mis relaciones familaires que no sepas. Ya sabes que este último año también he recuperado a mi hermana, algo que me llena de alegría. Algún día tengo que escribir sobre el día en que mi madre me preguntó quién era yo. Aún no lo he digerido.

Anónimo dijo...

Hola!
Me ha encantado la entrada sobre la estancia de tu hermano en Londres, la he encontrado muy tierna, pero nada sensiblona, muy bonita. Yo tengo un hermano con el que me llevo 11 años y al que "descubrí" hace 3 años cuando vino a pasar unos meses a Bruselas. Cuando me vine desde Madrid hace ahora 10 años, él era aún un niño pequeño y, aunque yo iba con frencuencia a casa, siempre lo veía como eso: el peque. Cuando estuvo aquí, descubrí a una persona totalmente distinta, e intimamos mucho. Me siento muy identificado con lo que has escrito. Gracias!

Un besote!