Algo estupendo de vivir en Londres -estupendo ¡y gratis!- es ver la llegada de la primavera, que es muy gradual, sobre todo en comparación a la explosión primaveral de la Península Ibérica. Ya me lo había dicho la Breckinridge.
Este año, en este marzo que casi mayea, después de dos primaveras y dos veranos revueltos, el principio de la primavera está siendo especialmente bonito, en estos días de retirada inexorable del inverno, cuando los cerezos están en flor y los magnolios abren sus flores, y aún no hace calor -¡ni mucho menos!-, pero el sol calienta.
En un par de meses, la ciudad estará cubierta por una nube de polen y la primavera me parecerá menos bonita y poética -el año pasado, por primera vez, me dio un ataque de alergia. Pero por ahora, me dedico a visitar la media docena de magnolios que tengo identificados cerca de casa.
El de la foto, que no es ni el más grande, ni el más bonito, está en un calle por la que paso casi a diario. Es de los primeros en abrir sus flores, sin duda porque recibe mucho sol. Al otro lado de la calle, en la otra acera, que es más sombría, hay otros dos más jóvenes, con unas flores intensamente púrpuras, que tardarán aún casi un mes en abrirse.
Hay otros fabulosos, como el de la Iglesia de San Jaime, en Piccadilly, que es uno de los más espectaculares, con una copa alta y muy llena de flores blanquísimas. O la hilera de 6, 3 a cada lado, en una perpendicular a High Street Kensington y cuyo semáforo le tiene manía a mi coche -pero, en esta época, casi le agradezco que me obligue a parar casi todas las mañanas.
Pasadas unas semanas, todas las flores estarán en el suelo y el magnolio perderá el protagonismo de la primavera, que ya estará avanzada. Este año, lo siento en los huesos, vamos a tener una primavera maravillosa y un verano fabuloso. Un año de respiro, en el que las estaciones reencuentran su ser.
Hacía tiempo que no me ilusionaba tanto algo tan simple como el paso de las estaciones y, en especial, el renacimiento de la primavera; y eso, a pesar de que, en el fondo, se trata del puro paso del tiempo, lineal e inexorable.
No me he vuelto un optimista y no estoy confundiendo el tiempo con el clima. Es más, soy aún más pesimista que antes. Hace poco, cometí el error de comprarme el último libro del Sr. Gaia, James Lovelock, que es muy deprimente. Pero eso lo dejo para otra entrada.
Mientas tanto, una vez más este año, tal vez porque es el año de mi cuadragésimo -cuarentavo, que diría Solana- cumpleaños, me dejo llevar por el momento.
Este año, en este marzo que casi mayea, después de dos primaveras y dos veranos revueltos, el principio de la primavera está siendo especialmente bonito, en estos días de retirada inexorable del inverno, cuando los cerezos están en flor y los magnolios abren sus flores, y aún no hace calor -¡ni mucho menos!-, pero el sol calienta.
En un par de meses, la ciudad estará cubierta por una nube de polen y la primavera me parecerá menos bonita y poética -el año pasado, por primera vez, me dio un ataque de alergia. Pero por ahora, me dedico a visitar la media docena de magnolios que tengo identificados cerca de casa.
El de la foto, que no es ni el más grande, ni el más bonito, está en un calle por la que paso casi a diario. Es de los primeros en abrir sus flores, sin duda porque recibe mucho sol. Al otro lado de la calle, en la otra acera, que es más sombría, hay otros dos más jóvenes, con unas flores intensamente púrpuras, que tardarán aún casi un mes en abrirse.
Hay otros fabulosos, como el de la Iglesia de San Jaime, en Piccadilly, que es uno de los más espectaculares, con una copa alta y muy llena de flores blanquísimas. O la hilera de 6, 3 a cada lado, en una perpendicular a High Street Kensington y cuyo semáforo le tiene manía a mi coche -pero, en esta época, casi le agradezco que me obligue a parar casi todas las mañanas.
Pasadas unas semanas, todas las flores estarán en el suelo y el magnolio perderá el protagonismo de la primavera, que ya estará avanzada. Este año, lo siento en los huesos, vamos a tener una primavera maravillosa y un verano fabuloso. Un año de respiro, en el que las estaciones reencuentran su ser.
Hacía tiempo que no me ilusionaba tanto algo tan simple como el paso de las estaciones y, en especial, el renacimiento de la primavera; y eso, a pesar de que, en el fondo, se trata del puro paso del tiempo, lineal e inexorable.
No me he vuelto un optimista y no estoy confundiendo el tiempo con el clima. Es más, soy aún más pesimista que antes. Hace poco, cometí el error de comprarme el último libro del Sr. Gaia, James Lovelock, que es muy deprimente. Pero eso lo dejo para otra entrada.
Mientas tanto, una vez más este año, tal vez porque es el año de mi cuadragésimo -cuarentavo, que diría Solana- cumpleaños, me dejo llevar por el momento.
4 comentarios:
Esa primavera gradual es lo único que echo de menos de Londres (también en parte porque gracias a tu hospitalidad voy cuando quiero, claro). Hay una mimosa espectacular en Sloane Street. Pero nada como Pelham Place, cada día es distinto. Primero almendros, luego magnolios, y después la eclosión de los cerezos. Todo condimentado con crocus, narcisos y tulipanes. Lo mejor de todo.
Qué alegría que hayas vuelto.
Gracias por serme tan fiel. Yo estoy contento de volver y vuelvo a tener ideas.
Una de ellas es que hiciéramos una entrada doble sobre Emilio....
Yo tengo pensado hacer una sobre Enrique P, en la serie escaparates y fachadas. la tienda ya o existe, epro el escaparate es el mismo. Ahí hablaré de Emilio (que tuvo su primer pelu justo encima), del dependiente Ramón (que me redescubrió a las Goggi), de Romeo Gigli y otras obsesiones.
pero tantas entradas entre manos que no sé cuándo me va a dar tiempo, aunque los escaparates empeizan a atraer comentarios.
Yo tengo pensado hacer una sobre Enrique P, en la serie escaparates y fachadas. la tienda ya o existe, epro el escaparate es el mismo. Ahí hablaré de Emilio (que tuvo su primer pelu justo encima), del dependiente Ramón (que me redescubrió a las Goggi), de Romeo Gigli y otras obsesiones.
pero tantas entradas entre manos que no sé cuándo me va a dar tiempo, aunque los escaparates empeizan a atraer comentarios.
Publicar un comentario