Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


viernes, 31 de mayo de 2013

31 de mayo

31 de mayo. Hoy es mi último día en Australia en este viaje. Esta noche duermo en Brisbane y mañana por la mañana vuelo a Port-Vila, la capital de Vanuatu.
Desde mi anterior entrada, hace casi dos semanas, han seguido pasando muchas cosas. Mejor dicho, he hecho muchas cosas. 
De Ayers Rock, el Centro Rojo del país, me fui a Cairns, al norte de Queensland, de vuelta a la Australia tropical. 
Cairns me gustó. Me hubiera gustado pasar más tiempo. No tiene el sabor fronterizo de Darwin. Es un lugar más asentado e, incluso, luminoso. Pasé unos días en los Parques Nacionales de Daintree y Cape Tribulation. Caminado, viendo como la jungla llega al mar, en playas protegidas por la primera línea de la Gran Barrera de Coral. También me dediqué a no hacer un poco nada. Me vino bien, porque lo siguiente fue darme una paliza de submarinismo en la Gran Barrera: 4 o 5 inmersiones diarias durante 4 días. Fue estupendo, vi tiburones y tortugas, bacalaos tan grandes como una persona, almejas gigantes, almejas púrpuras escondidas en los huecos más oscuros de las rocas que producen una descarga eléctrica al iluminarlas con una linterna.
Fue también agotador. Entre inmersión e inmersión, comía algo y dormía.
Esta última semana la he pasado en Surfers Paradise. El corazón de la Costa Dorada australiana, que tiene mucho de Benidorm y Miami. Con ese nombre y mi pasión por el surf, era imposible que no fuera. No hice mucho surf, el mar estaba muy revuelto y me agotó enseguida. Me he dedicado a descansar.
Curiosamente, Surfers tendría que haberme horrorizado, pero no ha sido así. Es temporada baja, así que había poca gente. El ritmo es pausado y todo está al alcance de la mano. He dado paseos por la playa (he dejado que me mojara la lluvia). Me he mantenido alejado de los parques de atracciones de sus alrededores (aunque ver el símbolo de Linterna Verde recortado en un cielo oscuro de noche y nubes poco antes de llegar a la ciudad me produjo alegría y ternura). Pero la razón de que, al final, Surfers me gustara y le haya encontrado cierto encanto es la gente que conocí y me sacó de paseo y a cenar y me contó historias rocambolescas y me hizo reír.
Es normal que hoy haga cierto balance de la parte australiana del viaje, y una de las mejores cosas ha sido, a nadie extrañará que lo diga, la gente que he vuelto a ver y la que he conocido. Los que son unos personajes, y tendrían que darme material, y los que espero volver a ver.
Tampoco extrañará a nadie que diga que la otra gran cosa del viaje ha sido descubrir el arte contemporáneo de raíz aborigen. Estas entradas son ya, por lo general, demasiado largas como para que vuelva sobre el tema. Creo que no hace falta.
Mañana comienza una aventura. No soy capaz de ponerle fecha, de fijar en el tiempo, el nacimiento de la atracción por los Mares del Sur, pero es antigua y he imaginado este viaje muchas veces. Intento ir con pocas expectativas, hacerme a la idea de que, como en Palau, también allí ha llegado El Progreso. Aún así, estoy que no quepo en mi de la excitación.
Cierro con un australiano: http://www.youtube.com/watch?v=b38GESDK9-4


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