Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


jueves, 13 de noviembre de 2008

"Ortogay"

Eso me llamó hace años, en una cena, una chica al ver que su flirteo no daba resultado. Lo que me dijo exactamente fue "¿Pero tú no serás ortogay, verdad?", dando por entendido que eso era un rollo pasado de moda y que ella, por su parte, no era "ortohétero".

Me hizo gracia la palabra y terminé por asumirla. Me viene siempre a la cabeza cuando estoy en un ambiente "ortohétero" y me aburro, ya que considero ese aburrimiento como una prueba (más) de mi ortodoxia.

Nací demasiado tarde para participar en la "liberación homosexual" de los 70. Mi despertar sexual "adulto", por precoz que fuera, no se produjo hasta mediados los 80 -me acosté por primera vez con un tío en el 87. Sin embargo, siempre he tenido como punto de referencia esa primera etapa, desde la explosión de rabia y alegría del 69 al terror del SIDA de principios de los 80. Desde una perspectiva contemporánea, esos años establecen el paradigma -las reglas, la ortodoxia- del homosexual, en la sociedad occidental actual. Por cierto, hay un documental estupendo, aunque no para todos los públicos, sobre esa época. En todo caso, en mi adolescencia, aunque escondido y de forma oblicua, esa época era la única referencia.

Por otro lado, si bien no elegí que me gustaran los tíos, sí terminé eligiendo qué hacer con eso y qué vida llevar. Podría haberlo negado o podría haberlo reducido a su más casto mínimo, pero decidí, porque así siempre he entendido yo la parábola de los talentos, liarme la manta a la cabeza y abrazarlo. Sino, según lo veo yo, estaba reduciendo mis posibilidades de tener una vida plena y valiosa. De esa manera, cobraron coherencia muchas cosas de mi vida, ya no sólo la atracción por los hombres, sino cosas inconexas, como mi devoción por Barbra Streisand o Liza Minnelli o mi desinterés por los deportes de equipo.

Todo lo anterior -me temo que he leído, y asimilado mal, demasiada teoría "queer", constructivismo y filosofía barata- es para contar lo muy "ortogay" que me sentí el viernes pasado, cuando acompañé a mi santo, por cuarta o quinta vez, a la cena anual de su empresa. Evidentemente, cuando a uno le da por la ortodoxia, se vuelve un poco intolerante.

Como las otras veces, la parte más entretenida es al principio, con las presentaciones, cuando alguien me pregunta por qué estoy allí y le contesto que soy la pareja de M. Es todo muy educado y yo lo digo con delicadeza -no como aquél que, en situaciones parecidas, se presentaba como el sex partner de su novio-, así que las reacciones son educadas y medidas, aunque siempre sea posible adivinar el proceso mental del interlocutor, mientras intenta poner todas las piezas -incluidos los rumores que haya oído- en su sitio.

Pero el resto de sarao me suele aburrir bastante. Justo después de la cena, empieza el baile, que, por supuesto, tendría que divertirme. Pero no así. Por un lado, el modelo es un poco como de "discothèque" parisina de los 60, donde se bailaba en pareja -chica y chico-; por otro lado, la música mezcla esa música disco infame que hicieron Kool & The Gang -sobre todo hacia el final- o Boney M -siempre-, con alguna de mis canciones más detestadas, como "Time Of My Life". El viernes pasado, salvaron la noche, he de reconocerlo, "Good Times" y "Reach" (lo mejor y lo peor de lo mejor). Un problema adicional fue que, el viernes, me tocó bailar con K, una amiga de M, estupenda, adorable y divertidísima, pero que considera que "bailar agarrao" es una excusa para ejercer la violencia física, por lo que se pasó todo el rato zarandeándome y pegándome pisotones. Por suerte, se cansó pronto.

Así que, magullado, busqué a M en la zona de la barra, llena de gente, ya borracha, bebiendo. Yo bebo poco -lo que es un defecto- y no soy capaz de seguir el ritmo. Estar sobrio rodeado de gente cada vez más borracha es entretenido hasta cierto punto. El viernes pasado, para mi, ese punto fue cuando unos ojos azules de 26 años -muy monos, pero con novia- empezaron a hablarme de la influencia de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Justicia en el sistema jurídico británico. Los primeros 5 minutos fueron soportables -de hecho, no le hacía demasiado caso-, pero los 10 minutos siguientes fueron un tedio. Me salvó un abogado español, colega de M, que se acercó a hablar con nosotros, atraído también por los ojos azules y dispuesto a hablar de lo que fuera, aunque la novia del chico -más bien feúcha- estuviera vigilando.

Fue entonces, ya algo cansado, cuando empecé a pensar en las alternativas a esa noche, desde haberme quedado en casa -hacer la cena, ver la tele-, hasta estar en Vauxhall, dando botes en una discoteca -oscura, sudorosa, ensordecedora- , y, lo cierto, es que todas ellas me parecían más atractivas. No me sentía con fuerzas ya para volver a explicar a qué me dedico en Londres o a escuchar historias de bebés y colegios o a tener que dar mi opinión sobre el traje horroroso de una pobre chica de la que todos se ríen. Hubiese tenido fuerzas, tal vez, para explicar porqué se están cargando la noche -y el día- en Ibiza o para escuchar algún chiste obsceno o para dar mi opinión sobre las faldas escocesas que llevaban un par de chicos; es decir, para algo más gay.

Así que, antes de empezar a poner mala cara, le dije a M que él se quedara, pero que yo me iba a casa, salí, cogí un taxi y, en menos de media hora, estaba metido en la cama. Cansado, con dolor de pies, contento de haber acompañado a M y volver a poner mi granito de arena en aras de la "normalización" y, al mismo tiempo, sintiéndome "ortogay" y un poco intolerante.

En todo caso, sé que el año que viene, el primer viernes de noviembre, volveré a ponerme el esmoquin y a acompañar a M a la cena de su empresa, porque, en el fondo, albergo la esperanza de que, el año que viene, M y yo abramos el baile y que el abogado de los ojos azules haya caído en la cuenta de que, con esa chica, no va a ninguna parte.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Pablo!

muy bueno tu post, sinceramente, me ha hecho reir y pensar al mismo tiempo.

Cuídate, un abrazo!

Mocho dijo...

Pues sí, los gays nos volvemos un tanto intolerantes pero... ¿no es la versión ortogay la que esperan encontrarse los ortoheteros?

Squirrel dijo...

Ya sabes que en eso no nos parecemos, pero el relato es fascinante. Desde luego yo habría aguantado mucho menos que tú. Directamente, no habría ido. Me siento tan fuera de lugar en un ambiente como el que describes (lo de tener que dar explicaciones, ya sea por motivo de trabajo o de vida personal, me saca de quicio) pero también lo estaría en Vauxhall (deduzco que es una zona de entretenimiento gay). Sé de sobra que el raro soy yo, aunque prefiero pensar -es más fácil- que son los demás. Pero qué poco y qué mal encajo. No te oculto que llevo unos días un poco gay-fobo (más bien un mucho). Pero qué te voy a contar de mi bipolaridad. Oye, cómo me gusta tu blog.

Stanwyck dijo...

Pasaelmocho: es cierto que existe un estereotipo del gay moderno, que es el modelo más aceptado y el esperado.
Brecken: la gracia de nuestra amistad está tanto en nuestras diferencias, como en nuestras semejanzas -¿son las primeras más superficiales que las segundas? Como vienes a decir en otro sitio: nunca nos pelearíamos por el mismo tío (casi). Me alegro que te guste.

Maria dijo...

Visto desde fuera las reacciones comedidas e incluso el baile con la diosa del ritmo suena algo entretenido, si bien es cierto que más para verlo que para vivirlo. Lo peor de todo es ese pobre muchacho que por tener los ojos azules piensa que puede ser un plomo y que la gente le va aguantar la chapa solo porque es guapo. Ponerse a hablar en una fiesta de eso de la influencia de la politica de noseque (me aburre solo pensar en escribir el tema) no tiene perdón. Es ella la que debería pasar de él.

Si abrierais el baile M y tu tendríais que poneros de acuerdo en quien lleva. Podéis ir de progres y que mande primero uno y después otro… pero como creo que hemos superado esa fase, no se si incluso habéis tenido la suerte de saltárosla y ahorraros el aburrimiento, en mi opinión no hay nada mejor que que te lleven… Si lo hacen bien es un viaje y seguro que sería un aliciente a la hora de calzarse el smoking