1. He ido a un concierto de la Orquesta Nacional de España, con un repertorio muy cañí: Falla, Turina, Rodrigo y, de rondó, Ravel (masacraron el "Bolero", en mi humilde opinión). Hasta ahí, todo dentro de lo previsible. Había mucho español en el público, pero también guiris locales y de otras partes. Tampoco nada en especial.
Menos esperable, al menos para mi, ha sido: que sonara un móvil dos veces -el mismo móvil, dos veces-; que aparecieran cámaras y teléfonos-cámara todo el rato, a pesar de que los ujieres repetían que no se podía sacar fotos y que alguna de esas cámaras hicieran ruido al sacar la foto; que una de las señoras justo detrás de mi canturreara prácticamente todo el concierto y que su amiga se dedicara a pasar muy lentamenta y con cuidado -de hacer ruido, imagino- las páginas del programa.
No hace mucho, Breckinridge publicó una entrada sobre este mismo tema -perdona, gonita, pero no la encuentro para poner el enlace- y sé que es un poco el signo de los tiempos. Sin embargo, no termino de entenderlo. No es una cuestión de que los conciertos se democraticen y "vaya todo de mundo", achacárselo a eso sería clasista y presupondría aceptar que, con dinero, la mona vestida de seda deja de ser mona. Creo que es más bien un síntima más de la infatilización de los adultos: la gente piensa -pensamos- que todo lo que hace está bien de por si y, sobre todo, que tiene -tenemos- derecho a hacerlo; nos hemos olvidado de que hay ciertas reglas de comportamiento y nos hemos olvidado de enseñárselas a la generación siguiente. Nos va a pasar como esas familias que dejan de cocinar y en las que, en media generación, sus miembros sólo comen pizzas y hamburguesas para llevar.
2. Mientras sonaba el "Concierto de Aranjuez" -que no por sobado deja de ser precioso-, se me ocurrió que, la próxima vez que alguien empiece una campaña para ponerle letra al himno -con lo bien que nos viene que no la tenga-, habría que defender que cambiásemos directamente la "Marcha Real" -por algo se empieza- e nos hiciéramos un "Niño Judío" y, como hace Ciralina Quijano en este video -sin tilde-, grabado en "Bellas Artes, Miami", gritásemos:
Menos esperable, al menos para mi, ha sido: que sonara un móvil dos veces -el mismo móvil, dos veces-; que aparecieran cámaras y teléfonos-cámara todo el rato, a pesar de que los ujieres repetían que no se podía sacar fotos y que alguna de esas cámaras hicieran ruido al sacar la foto; que una de las señoras justo detrás de mi canturreara prácticamente todo el concierto y que su amiga se dedicara a pasar muy lentamenta y con cuidado -de hacer ruido, imagino- las páginas del programa.
No hace mucho, Breckinridge publicó una entrada sobre este mismo tema -perdona, gonita, pero no la encuentro para poner el enlace- y sé que es un poco el signo de los tiempos. Sin embargo, no termino de entenderlo. No es una cuestión de que los conciertos se democraticen y "vaya todo de mundo", achacárselo a eso sería clasista y presupondría aceptar que, con dinero, la mona vestida de seda deja de ser mona. Creo que es más bien un síntima más de la infatilización de los adultos: la gente piensa -pensamos- que todo lo que hace está bien de por si y, sobre todo, que tiene -tenemos- derecho a hacerlo; nos hemos olvidado de que hay ciertas reglas de comportamiento y nos hemos olvidado de enseñárselas a la generación siguiente. Nos va a pasar como esas familias que dejan de cocinar y en las que, en media generación, sus miembros sólo comen pizzas y hamburguesas para llevar.
2. Mientras sonaba el "Concierto de Aranjuez" -que no por sobado deja de ser precioso-, se me ocurrió que, la próxima vez que alguien empiece una campaña para ponerle letra al himno -con lo bien que nos viene que no la tenga-, habría que defender que cambiásemos directamente la "Marcha Real" -por algo se empieza- e nos hiciéramos un "Niño Judío" y, como hace Ciralina Quijano en este video -sin tilde-, grabado en "Bellas Artes, Miami", gritásemos:
Con un par de arreglos, para darle más brío, la romanza quedaría estupenda y, así, podríamos cantarla cada vez que haya un partido de fútbol o en las Olimpiadas, que es para lo que sirve un himno.
3 comentarios:
Y ¿Por qué no "A quién le importa" en plan a capella y versión pseudo-misa como himno? El otro día, en un recital de Barbara Hendricks en la Zarzuela pasó una cosa rara. Se producían unos acoples raros de sonido, probablemente producto del equipo de grabación de RTVE, pero un señor se creyó que era el móvil de otro señor y casi llegan a las manos entre canción y canción, en peo patio de butacas. Fue divertido, al verdad. La música era Winterrisse y estábamos todos abriéndonos las venas en plan depresión.
¡Qué fiel que me eres! Gracias.
Veo que el coro de chulapas y chulapos dejó huella. ¿Los has intentado localizar? Seguro que se los puede usar para aglún acto o para un cumpleaños.
Sí, "A Quién Le Importa" también valdría. Creo que tú yo yo deberíamos hacer una selección, con ayuda de algunos co-optados, y hacer un referendum. Aunque, he de reconocer que, en el fondo, a mi me gustaría "El Himno de Riego", que tiene letra e historia.
Me sorprende que no digas nada de Ciralina Quijano -¿a que no puedes inventarte un nombre así?
No tengo ni idea quién es Winterrisse, pero la depresión también se manifiesta de forma violenta. Me imagino las escena: "¡Qué le digo que apague el móvil!" "¡Qué lo tengo apagado!" "¡Qué no lo tiene!" "¡Qué sí!"
¿La Hendricks impávida? ¿Nadie les dijo que se callaran los dos?
Bonita, te regalé el disco de Winterreisse cantado (y firmado) por la divina Schäfer!!! Ciralina Quijano es demasiado bueno para ser cierto. Me voy a comentar sobre Mariah.
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