Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


miércoles, 8 de octubre de 2008

I Am What I Am

Escribir la entrada anterior ha tenido un efecto que no esperaba: una explosión de recuerdos, asociados a canciones, de mi infancia y primera adolescencia, sobre todo de buenos recuerdos. Pensé dedicarle una entrada a los tres o cuatros más intensos, pero creo que eso sería demasiado -es decir, un coñazo. Prefiero intentar hacerlo en una única entrada. Son tres canciones: "It's A Heartache", "Endless Love" y "I Am What I Am" (en ningún momento he dicho, querida lector, que fueran canciones buenas).

La casa -realmente, un piso- de mis abuelos maternos siempre ha estado llena de gente, entrando y saliendo a todas horas, cada cual contando todo tipo de historias -divertidas, dramáticas, psicoanalíticas, médicas- alrededor de la mesa de la cocina (naranja), en la que, a cualquier hora del día, se comía y bebía. Es fácil imaginar que en mi niñez, la casa de mis abuelos era un lugar fascinante y entretenidísmo, una especie de circo de tres pistas, con barra libre de Coca-Cola.

Uno de mis juegos preferidos era ir al salón -madera oscura, con apliques circulares en cuero blanco, espejos ahumados- y ponerme a abrir los armarios y cajones. Así fue como cayó en mis manos la primera revista porno que abrí; así fue como descubrí "It's A Heartache" de Bonnie Tyler, que me tuvo obsesionado durante años. Hubo una época en la que, después de haber saludado, como el niño buen educado que era, salía corriendo al salón, abría el armario del equipo de música y, capaz de sentir que la felicidad estaba encerrada en un disco negro de vinilo, ponía la canción, una y otra vez. Y la bailaba. Y la cantaba, mal, porque siempre he desafinado, y porque no tenía ni papa de inglés, así que terminé por inventarme una letra, que empezaba repitiendo "Mata-Hari, Mata, Mata-Hari".




"Endless Love" representa el final de mi inocencia. No he visto la película, que es de 1981, aunque recuerdo el revuelo, y la canción llegó a mi vida más tarde, en el verano del 84. Durante un año, hasta el verano siguiente, esta canción estuvo siempre presente. Posiblemente no sonó muchas veces durante ese año, pero en mi memoria está indisolublemente unida a mi primer amor, que era quien la cantaba; a la primera vez que me rompieron el corazón, la misma chica, claro; al divorcio de mis padres, que fue agotador emocionalmente; mis primeros momentos de lucidez sobre mi homosexualidad y el nacimiento de mi hijo, ya algo más tarde, en el invierno del 86.

Solemos tener una visión melancólica, algo romántica y risueña, de la pérdida de la inocencia, que es como suelen reflejarla la Literatura y el Cine. Yo recuerdo ese año, del verano del 84 al verano del 85, como una convulsas emocionalmente, durante la cual mi vida cambiaba radical e irreversiblemente, más allá de mi control. Dejaba atrás una infancia que fue feliz, en la que estuve rodeado de una familia grande, bulliciosa y dramática -medio italiana, medio gallega- y en la que, si tenía ganas de poner un disco y bailar y cantar, podía hacerlo sin preocuparme por lo que pensarían los otros.




El año anterior a todos esos cambios, me lo pasé bailando. "Funky Town", "You Can't Stop The Music", "No Controles", "Karma Chamaleon", "La Noche No Es Para Mi" y "I Am What I Am". Imagino que primero escuché a Gloria Gaynor cantando "I Am What I Am"en la radio -se me escapa qué radio madrileña pondría, en 1983 esa canción; tal vez Radio Vinilo, que era la que yo más escuchaba. En todo caso, a principios del 84, me compré el LP "I Am Gloria Gaynor" para poder escuchar esa canción tanto como me pidiera el cuerpo, que era mucho.

Mi inglés había mejorado algo desde la época de "Mata-Hari", pero, aunque entendiera parte de la letra y fuera capaz de cantarla sin inventarmela demasiado, no era capaz de entenderla de verdad. No sabía que la canción era de un musical y que, en el escenario, la cantaba un señor muy afeminado, estrella de un espectáculo de transformismo, frente al rechazo del hijo que ha criado. No sabía que era una canción de reafirmación personal. No sabía que era una canción estandarte para muchos homosexuales, en los momentos más negros de la primera ola del VIH y el SIDA.

¡Ojalá lo hubiera sabido! Fue en esa época, cuando empecé a sentir que me gustaban los hombres; fue en esa época, cuando algún compañero de clase me llamaba "marica" y me dolía; fue en esa época, cuando empecé a esconderme. ¡Qué bien me hubiese venido entender entonces de verdad esa letra y decirle "hey, Mundo, Soy Lo Que Soy"! Al final lo hice, me costó algún tiempo, unas cuantas lágrimas y algunas noches sin dormir, engullido por una soledad cósmica, pero, al final, mal o mejor, lo hice.

4 comentarios:

Squirrel dijo...

Stanwyck, te estás saliendo. Deja algo para entradas posteriores, tía, que vas a empezar a contar cosas de ti que ni yo mismo conozco... Me impresionaste el día que te conocí (¡ay aquél ensayo sobre los nuevos patrones de vida familiar!) y me sigues dejando alucinado. Y eso que ya llevamos mucha mili juntas a cuestas.

Lo mejor? La mesa naranja y los espejos ahumados. Eso lo explica todo, como la mesa en forma de riñón que había en casa de mis padres y el sofá 50's con patas que heredé y ahora está en el salón de la mía. Me encantaría escribir un libro sobre la influencia del diseño en nuestras personalidades. Pero no me da la cabeza. Ni tengo tiempo.

Stanwyck dijo...

Muchas gracias. Bien sabes lo que anima. Quiero intentar un cambio de registro en las próximas entradas -porque el psicoterapéutico tiene su punto, pero cansa.

He pensado en una entrada describiendo el piso de mis abuelos. El de mis abuelos maternos, que es de 1973, se merece un reportaje del wallpaper*, aunque mi abuela haya cambiando algunas cosas.

coxis dijo...

qué importante el Original Soudtrack de nuestras vidas... Y cuánto refugio hemos encontrado en el negro del vinilo

Stanwyck dijo...

Tienes mucha razón, coxis; lo curioso es que no me había dado cuenta de hasta qué punto la música me ha marcado y acompañado (escribo esto mientras suena "Don't Go" de Yazoo).
Gracias por el comentario.