Escribo para mi mismo. Porque he descubierto el placer de releer las entradas para recordar mejor lo que vi y sentí. Escribo para relatarme mi vida a mi mismo. Esto supone que, como si fuera un papel pintado mal encolado a la pared, lo que aquí relato se despega ocasionalmente de lo realmente vivido y forma burbujas, con las que se adapta esa realidad a la lógica del relato, más que al caos ilógico y nunca lineal de la vida vivida. Por eso, en consecuencia, transformo los hechos en un relato y a quien menciono, y a mi mismo, en personajes de un pliegue de la realidad, sin por ello dejar de ser sincero.


lunes, 24 de junio de 2013

Descartes

Algunas vez, al abrir una lata de atún en Europa, me he preguntado qué pasaba con el resto del pescado, con lo que no es el lomo y la ventresca.
Imagino que hay partes que van para otras conservas o productos industriales, como relleno. 
Pero aún así seguro que sigue habiendo descartes, por lo que imaginaba que se usaban para hacer comida para gatos. 
En este viaje he descubierto que las partes menos nobles y comerciales, como la carne más oscura o con pequeñas espinas, al menos del atún del Índico y del Pacífico, también terminan enlatadas y se comercializan (en país de renta baja).
He abierto un par de latas de atún en Vanuatu, Fiji y Samoa, y me he encontrado con algo así como una líquido de diferente espesor, de color negro y fuerte olor (a atún), con alguna escama y pequeña espina. Mezclado directamente con una montaña de arroz, le da sabor y no ofende. Solo, es asqueroso. 
Creo que en Europa está prohibido triturar y hacer una pasta con los últimos últimos restos de una carcasa de ternera, cerdo, cordero y procesarla para hacerlos comestibles: "salchichas de cerdo, con auténtico 100%  cerdo", por ejemplo. Eso se me ocurrió el otro día, cuando me encontré una salchicha "de Francfort" en mi plato a la hora de cenar o cuando el bacon del desayuno me seguía repitiendo por la tarde.
Está claro que nada se deshecha (nada: ni el agua hirviendo en la que se lava a los cerdos justo después de matarlos) y todo encuentra una salida comercial y, digan lo que digan, las etiquetas engañan (me fascina leer entre las líneas de las etiquetas). 

Que quede claro, del mismo modo que me comí el "atún", hice de tripas corazón -hambriento, estaba- y me comí esa "salchicha". Sin embargo, no he vuelto a pedir bacon. 

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